La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define esclavitud moderna como la “obligación” de trabajar y dicho estrés trastorna tanto como el desempleo, la insuficiencia de recursos o que la ministra de Trabajo encarezca las jornadas nocturnas.
Desperdiciando una oportunidad singular, la tributaria apenas rasguñará a la inequidad, y, atentando contra las mayorías de subempleados -que no están representados por amigos sindicalistas que disfrutan incontables prerrogativas o beneficios extralegales-, las aplazadas iniciativas de la MinTrabajo parecen retardatarias. Anacrónicas, apenas invocan el artículo 53 de nuestra malograda Constitución, para eliminar la precarización de las modalidades contractuales.
Desgraciadamente, no garantizará mínimo vital y tampoco reivindicará el Todopoderoso artículo 25 + 26: “Toda persona tiene ‘derecho’ a un trabajo en condiciones dignas y justas (siendo) libre de escoger profesión”.
Contraproducente, reforzará la desigualdad y el desbalance vida-trabajo transando recargos y horas extra que son inviables para las madres cabeza de familia, y premian injustamente a quienes no garantizan mayor productividad, pero sus cronotipos o momentos de vida les permite “especular” con los turnos. Por demás, desconoce que la falta de descanso menoscaba la productividad y la solidaridad (Sleep loss leads to the withdrawal of human helping, 23/8/2022).
Aplicando el Ley de Parkinson, simplifique la jornada a cuatro días o 24 horas semanales. Para crear empleos, prohíban las horas extra y eliminen los recargos nocturnos. El trabajo en casa debe constituir un “derecho” en nuestra era, y erradiquen las temporales porque su intermediación o tercerización deshonró a la capacitación, el bienestar y la productividad.
Incorpore flexibilidad y progresividad salarial, según sea la actualización del grado académico, pues la educación debe ser continua en épocas permanentemente disruptivas. Para dinamizar la movilidad social, los ascensos y sus incentivos salariales deben ser transitorios. Tales logros son circunstanciales y no merecen ser perpetuados como derechos adquiridos ni cargos vitalicios.
Las bonificaciones por cumplimiento de metas también están corrompidas en el sector público y privado.
De hecho, el regulador en EE. UU. empezó a exigir la publicación de la información salarial, y su vinculación con métricas financieras quinquenales (SEC Adopts Pay Versus Performance Disclosure Rules, 25/8/2022).
La pésima reforma laboral combatirá al nefasto presente anhelando volver al infructuoso pasado. Y el Banco de la República, entidad sin sentido humanista ni capacidad de innovar, ignora su contribución al desempleo; de hecho, sus investigadores sabotean cualquier proyecto de reforma, en este pobre y desigual país, donde no hay buena infraestructura y el PIB depende del consumo interno: no de las exportaciones.
Según Natixis, Colombia es “terrorífica” para la tercera edad. Agrego a los jóvenes, mayoritariamente ni-ni (ni estudian ni trabajan). Respecto a los demás, protesten por los contratos de realidad, los salarios ficticios y las pensiones imaginarias.
La reforma a la salud debe prohibir los Planes Complementarios y Prepagados. Al menos eliminar su elusión tributaria.
Finalmente, recomiendo el cómic “Cuando el trabajo mata” (Garbuix, 2022), basado en la investigación “Travailler à en morir” (Flammarion, 2009).