Por Carlos Alberto Estefan Upegui
Mientras los colombianos esperábamos escuchar de los candidatos presidenciales temas de interés tendientes a reducir la desigualdad social, acabar con la pobreza extrema, procurar la redistribución de oportunidades, evitar la polarización, auspiciar la convivencia pacífica y el respeto por los demás, Gustavo Petro candidato con una inmensa acogida popular y entre los jóvenes; y Álvaro Uribe Vélez, quién no es candidato pero parece serlo, se han dedicado a hablar de la marca de su calzado, inane controversia que "puso el debate por el suelo", tal como lo calificó un prestigioso medio de comunicación nacional, luego que la periodista Vicky Dávila en una entrevista radial hace algunas semanas, se sorprendió al ver que la marca de los zapatos del candidato Petro era Ferragamo, made in Italy.
Un par que le regaló su mamá hace seis años y que usa sólo en ocasiones especiales, pues "en casa tiene otros para el diario que no son finos" dice él, y "unos tenis."
Quizás a Vicky le hubiese llamado más la atención verlo mal trajeado y con los pies descalzos, porque "esos lujos están reservados únicamente para personas distinguidas" y no para "el candidato de los pobres", a riesgo de desvirtuar su condición y caer en contradicciones con su propio discurso.
Controversia, creemos nosotros, puesta al servicio de la sociedad de consumo sobre algo que no contribuye a nada, salvo a un fin comercial pero que se ha tornado viral dando prioridad a la sutileza, la ridiculez y la intrascendencia, en una contienda electoral escasa de propuestas, centrada en descalificarse mutuamente, insultarse, y desprestigiarse.
Ahora bien, Álvaro Uribe, de quien existe la certeza de ser una persona inteligente y como expresidente dotado de una investidura que requiere de la serenidad que lamentablemente no posee, nada le luce dar mal ejemplo y con su estilo provocador exacerbar los ánimos entre quienes utilizan las redes sociales para incendiar la opinión y ahondar en las diferencias de clase.
Falta ver la marca del vestido, la camisa y su ropa interior, para que los electores terminen desviando su atención y dejar de lado lo que verdaderamente el país quiere y necesita oír.
Si la calidad de los zapatos de uno u otro es buena o mala; si son Crocs o Salvatore Ferragamo, y si se sienten cómodos y orgullosos de tenerlos, poco o nada debe interesarnos.
Importante saber qué afán les asiste más allá de sus desbordadas pretensiones de poder, cada uno en extremos opuestos y con posiciones irreconciliables en un país lleno de odio y rencor, con los padecimientos y secuelas de una lucha fratricida de muchos años y una población hastiada de lo mismo dentro de una gran incertidumbre.
Vacilación que los aspirantes a la presidencia no han sabido dilucidar con sus propuestas.
¡Un país donde se piensa con los pies...!
Qué bueno fuese "ponernos en los zapatos del otro" para conocer su
estado emocional y anímico, comprender sus circunstancias personales, sus temores, sus anhelos y expectativas, como su historia de vida.
Brindar seguridad y confianza, no de labios para afuera en abierto antagonismo con su lenguaje y su conducta, sino con la visión del país más conveniente para los actuales momentos.