La gran mayoría de los colombianos, creyentes en Dios y en Jesús su Hijo, hecho hombre, quien fue protegido en nuestro suelo por la Virgen y San José, en los momentos cruciales acudimos confiados a ellos. Que los grandes valores sembrados en tantos años de historia no sean conculcados en las leyes, y no tengamos mandatarios propulsores de los empeños contrarios a ellos, sembradores de odio, guerra y violencia.
En este mes de marzo, cuando rendimos especial culto a S. José, tenemos las primeras elecciones de este año, todas ellas de suma importancia, de cuyo resultado depende el futuro de la Patria. Reclaman entusiasta y bien pensada participación de sus buenos hijos, y su oración a él y a su dignísima esposa, Reina de Colombia.
En esta primera jornada electoral (13-03) se definen aspecto en relación con los llamados a dar leyes en el Parlamento, Senado y Cámara de Representes, con repercusiones en las distintas regiones del País, según el pensamiento correcto o torcido que tenga el legislador elegido. Si queremos leyes que favorezcan nuestras comarcas y que sean apoyo a los sanos principios y defensa de ellos, es preciso dar el voto por quienes nos den esta garantía. Si queremos que haya quienes atajen la corrupción, y propicien real avance económico y social para todos los ciudadanos, es preciso elegir a quienes con sus ideas y comportamientos den garantía de no hacer cometer ilícitos y de crear normas que abran paso a positivos efectos.
Lamentablemente tenemos tantos desengaños por ineficiencia y hasta traición de algunos elegidos. El hecho de que a la hora de las decisiones los legisladores tengan qué someterse a disciplina de partido o de bancada, reclama que en los distintos sectores se den indicaciones sobre lo realmente mejor para el bien común, y no presionar a nadie a escoger algo contra cuanto le indique su propia conciencia. Se necesitan legisladores que no voten contra su conciencia ni se deje sobornar por halagos de los gobernantes de turno.
Ha de tener en cuenta el legislador, primeramente, sus principios, pues según esas raíces han de ser sus frutos. Es definitivo dar el voto por un candidato según sea su posición ante la vida, que no sea favorable ante crímenes como el aborto o la eutanasia, defensor de la familia constituida según la ley natural, iniciada entre varón y mujer y no en contubernio antinatural de dos personas del mismo sexo. Ha qué tener en cuenta el rechazo del candidato o no de todo homicidio y su no favorabilidad al secuestro y asesinato, que sea defensor de la propiedad privada como apoyo del sustento personal y de una sociedad bien organizada, y no de populista en contra de ella. Necesitamos firme voto contra invasiones extranjeras.
Son estas las primeras elecciones de tres jornadas. Es preciso tener en cuenta que van marcando el paso a las próximas decisiones por las que se debe discernir cual sea el rumbo que tomarán estos elegíos en cuanto a la escogencia de quien ocupe la Presidencia de la República, que nos dé esas mejores garantías que hemos señalado para dar leyes a la Nación. Es preciso discernir serenamente y dar así el voto. No votar es dejar que los demás decidan por uno, y, luego, no habrá derecho a reclamos.
* Obispo Emérito de Garzón
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