Es el peor momento en años de la confianza nacional: sube la fiebre de la corrupción y se debilita la gobernabilidad.
Un primer tramo del año para olvidar. La economía anda, pero muy lenta, el consumo es poco y hay incertidumbre sobre la creación de nuevos empleos.
En la mayoría de regiones crece el descontento social y no hay consenso alrededor del Ejecutivo. La imagen del Presidente Santos se deteriora y nadie quiere saber de próximas elecciones.
Es precaria la capacidad de compra de los hogares y los que tienen y pueden, son medidos debido al ambiente enrarecido que impera en política y en economía.
Los ciudadanos están hastiados de noticias sobre corrupción, al tiempo que el dinero fácil parece ser una constante en todos los estratos de la sociedad.
Las denuncias sobre coimas, prebendas, comisiones y privilegios hacen estragos en una comunidad harta de tanta polución social.
Entre tanto la economía colombiana pasa momentos complicados por cuenta del incremento del primer bimestre en alimentos, tarifas de servicios públicos e IVA.
La generación de puestos de trabajo no parece fácil en un entorno de menor inversión, producción, ventas y reintegros por exportaciones.
Las empresas rotan pocos inventarios y repiensan ensanches, reconversiones y modernizaciones. Están asimilando el nuevo universo tributario colombiano.
La apuesta es que este año la economía crecerá en el mejor caso alrededor del 3%. Es necesario una expansión del PIB del 5% o más para ampliar la nómina en factorías.
La demanda interna crece modestamente y la gran industria espera que para el segundo semestre del año la situación de ventas y pedidos comenzará a mejorar.
Las exportaciones manufactureras, la agroindustria, minería y obras civiles podrían levantar cabeza después del segundo trimestre de 2017.
Los hombres de negocios confían en que el costo del dinero tienda a la baja después de abril cuando se sienta el impacto de la reducción de las tasas de intervención por parte del Banco de la República.
La inversión privada se mueve aunque lentamente con tendencia a renta fija, CDTs y finca raíz. Los fondos de inversión o carteras colectivas no son muy atractivos hoy, pero su rentabilidad es similar a los depósitos a término.
La capacidad de ahorro de los colombianos es pobre, tanto como la bancarización. No hay ánimo en la gente de pensar siquiera en acudir al sistema financiero.
Los bancos no son dignos de crédito para muchos sectores de la población. Los costos financieros alejan al público y hay poca cercanía entre banqueros y usuarios.
La compra y venta de bienes inmuebles es escasa en todos los estratos, pero mayormente en los altos. Los precios de la vivienda nueva y usada parecen haber tocado techo, al tiempo que la demanda es regular y la oferta abundante.
Quienes tienen portafolio con inversiones diversifican y miran el exterior por el atractivo en rentabilidad y estabilidad fiscal.
El panorama nacional no es para perder la cabeza. Tampoco es para el optimismo ni el engaño.
Estamos mal.