“Aquí estoy, ¿qué se necesita de mí?”
En el círculo virtuoso de la creación hay una acción superior que enmarca las dinámicas de la existencia: entregar. La vida, en todas las manifestaciones que conocemos, nos ha sido entregada. Podemos tener claridad o no sobre de dónde proviene, certezas o dudas, apuestas o actos de fe, pero es clara la presencia de algo más grande que nosotros que favorece día a día la continuidad de los ciclos vitales: podemos llamarle Dios, Consciencia Divina, Yahvéh, el Todo, la Fuente… lo cierto es que cada minuto que pasa ocurre una entrega generosa que nos permite respirar, sentipensar, vivir. Nos ha sido concedido el cuerpo que somos, al igual que el ego que desarrollamos para guardar la personalidad y conservar la individualidad necesaria en esta etapa del camino evolutivo. Nos han sido dados los frutos de la tierra y del agua, con los cuales nos alimentamos a diario, al igual que el aire que respiramos y el suelo que nos sostiene. ¿Qué estamos nosotros entregando a cambio, para que la vida fluya en una espiral de amor?
Algo estamos devolviendo mal, algo nos falta por entregar o las dos cosas. Cuando creamos sobre nuestras ciudades nubes flotantes de gas que nos asfixian y ocultan el sol; cuando generamos islas de plástico gigantes que navegan en los océanos; cuando deforestamos los bosques y las selvas; cuando contaminamos las aguas, estamos retribuyendo pésimamente a la generosidad de lo Divino. Cuando somos indolentes ante los que han sido despojados de sus tierras, excluidos de los sistemas económicos, asesinados por pensar o ser diferentes; cuando creemos que la política no tiene nada que ver con nosotros y nos dejamos meter los dedos a la boca o simplemente no queremos ver la historia, estamos siendo negligentes con la entrega. Cuando seguimos con las mismas acciones que nos sabotean la existencia y además de ello nos negamos a ver todo lo que ocurre, le estamos dando una bofetada a la vida, desde el desdén y la arrogancia.
Todo ello es parte del aprendizaje vital, como también llegar a ser conscientes de lo que estamos haciendo. Hemos cometido muchos errores como humanidad; como cada vez son más evidentes, no podemos excusarnos en la ignorancia o en la evasión. Necesitamos entregar más, dar lo mejor de nosotros. La entrega se responde con entrega, una que sea total y sin restricciones. Es la rendición ante la Divinidad la que nos permite conectarnos con nuestro espíritu, con el Espíritu, para ser asertivos en lo que resta del camino. Es la entrega desde la unidad la que nos puede llevar de regreso a la senda del amor por la existencia, por nosotros mismos, los otros y el planeta. Claro, la entrega total genera resistencias, que todos experimentamos de alguna manera; en la medida en que cedamos a lo Divino que hay en nuestro interior cederán también los miedos y las vacilaciones. Podemos declarar cada día: aquí estoy, ¿qué se necesita de mí? Con seguridad las respuestas llegan. Basta con hacer la pregunta.