Ernesto Rodríguez Medina | El Nuevo Siglo
Sábado, 28 de Febrero de 2015

Tiempos de paz

 

Hemos visto de la película Selma, extraordinaria cinta que nos proyecta un pasaje clave en la vida del inmolado líder Martin Luther King. Esos tiempos violentos de intolerancia racial en el sur de los Estados Unidos, son magistralmente proyectados para contextualizar una vida de entrega y sacrificio. Pero sobre todo para revivir un mensaje de esperanza y la decisión colectiva de toda una raza, para poner fin a centenares de años de expoliación y marginación.

Es la lucha ciclópea de las negritudes, lucha idéntica en sus méritos y alcances, a la librada por otro grande, el sudafricano Nelson Mandela, que rompió las cadenas de la esclavitud de millones de africanos que como él estaban sojuzgados por la voluntad política del poder blanco y sufrían los demoledores efectos de la discriminación racial.

Batallas ambas que nos recuerdan el también extraordinario sacrifico de otro titán y apóstol  de la no violencia, el Mahatma Gandhi, cuando allá en su India profunda y extensa, libró en solitario su tenaz confrontación frente  el Imperio Británico, usando como arma letal la desobediencia civil y reivindicando los derechos de los intocables.

Son todas ellas vidas inspiradoras para nosotros que vivimos tiempos de paz o, al menos, tiempos para poder lograr la paz.

Que contraste con el empeño de quienes en nuestro país buscan a toda costa que dicho esfuerzo no fructifique y que nuestra  sociedad colombiana siga inmersa en una violencia de más de cincuenta años. Uno no entiende cómo líderes de los quilates políticos del expresidente Álvaro Uribe se empecinan, sólo motivados por odios personales, en ponerle palos a la rueda del proceso de paz.

Se puede entender los afanes del expresidente por satisfacer su ansias de poder, pero cada día que pasa se ve más claro que sus deseos guerristas pierden eco entre sus compatriotas, que lo admiraron sin reservas en el ejercicio de su primer mandato, cuando había que meter en cintura a los terroristas y él lo supo hacer. Hoy los tiempos son distintos. Ahora  hay un clamor por silenciar los cañones.

Uribe tendrá que entenderlo más temprano que tarde, si no se quiere quedar abandonado a su suerte y rumiando sus desdichas. Es tiempo de recapacitar y darse cuenta de que es mucho lo que él y sus seguidores pueden aportar a la consolidación de la paz y de nuestra democracia y  desarrollo. Lo otro es quedarse al margen de la historia y contentarse con ser un simple pie de página, en vez de encabezado de un capítulo glorioso de nuestra política nacional.

 

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Adenda

Los miserables atracadores de la confianza nacional comienzan a pagar sus culpas. Bien por la cárcel para los de Interbolsa. Y urge hacer otro tanto con el pillo de Samuel.  

ernestorodriguezmedina  gmail.com