Ni tanto honor ni tanta indignidad
Habíamos guardado prudente silencio hasta ver qué pasaba con la cuestión de si Cuba se invita o no se invita a Cartagena a la reunión cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno.
Lo último que hemos conocido es que la OEA -a través de su vocero jurídico- le pasó la pelota a Colombia y manifestó que sólo ella decide sobre la convocatoria. Es decir, tenemos una “papa caliente”.
Desde un principio no nos pareció prudente que nuestra bella y admirada Cancillera pisara la cáscara lanzada al azar desde La Habana, recogida por Correa, celebrada por Chávez y aplaudida por el dipsómano nicaragüense. Creemos que no era preciso, ni necesario, ni indispensable, viajar hasta Cuba para preguntarle a la familia Castro si quería asistir al convite, al que no podía estar oficialmente convidada por la sencilla razón de no pertenecer a la organización que promueve el evento.
Colombia no puede terminar convertida en mensajera gratuita de los señores del ALBA, que no pierden ocasión para hacerle zancadilla a su nuevo mejor amigo. Si el Gobierno nacional quería confirmar lo que era una verdad de a puño, bastaba con instruir a nuestro Embajador en La Habana para inquirir oficialmente a que título quería la delegación cubana tomar asiento en el evento. Pero es claro que el presuroso viaje de nuestra Cancillera desdibujó su afirmación inicial de efectuar simples consultas por los canales diplomáticos.
Parece que aún no se ha escrito el último capítulo sobre el tema, pero es evidente que nuestros vecinos no perdonan oportunidad para ponernos en aprietos. Haría bien nuestra Administración en hacerles claridad sobre unas reglas del juego que sean iguales para todos. En todo caso el liderazgo no se ejerce reactiva sino proactivamente.
“Ni tanto honor ni tanta indignidad”, sabia sentencia santista que debería guiarnos en este y otros episodios en nuestra política internacional, como el reciente de la reducción del apoyo financiero al Plan Colombia. “Setenta y cinco millones de dólares no es mucho”, ha dicho nuestra Cancillera, como dando a entender que nos había podido ir peor. Una reducción que viene en los momentos más críticos del conflicto interno. ¿Y qué pensar de la percepción clara de que el Gobierno ha retirado el polémico pero necesario artículo sobre el fuero militar a instancias del mismo Obama? ¿Y cómo calificar a las afugias de nuestro joven ministro de Defensa dando explicaciones a los enemigos de una decisión que, en todo caso, debe ser potestativa y autónoma de nuestro Gobierno?
Aclaración. Por pertinente y contextualizadora, nos permitimos hacer una aclaración por una falencia digital en nuestra pasada columna. El texto completo de la introducción a nuestra columna debió aparecer de la siguiente manera: “Es muy probable que la historia colombiana lo juzgue (a Álvaro Uribe Vélez) como a uno de sus mejores presidentes, pero lo que está siendo seguro es que lo va a considerar uno de sus peores expresidentes”. Esto a cuenta de sus recientes y asombrosas imposturas.
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