Trece departamentos de Colombia no tienen voceros en el Senado de la República: San Andrés, Arauca, Amazonas, Caquetá, Chocó, Guainía, Guaviare, Putumayo, Quindío, Vaupés, Vichada, Magdalena y La Guajira. Ese es el principal problema de nuestro sistema electoral. Por eso, es curioso que la Misión Especial Electoral (M.E.E.) se equivocara de Cámara cuando sostiene que al pasar “los departamentos periféricos” de dos a tres representantes, se facilitaría la integración nacional. Y, con velocidad desconcertante, sin análisis alguno, inicia sus planteamientos así: “… para Senado se propone conservar la circunscripción nacional… “. Se ignoró que esa figura es totalmente extraña a los Congresos del mundo democrático. Que se sepa, existe en Uruguay, que elije 30 senadores, y en Guyana. Se precisa que Israel tiene una sola demarcación. A la circunscripción nacional se recurre, de manera excepcional, para garantizar la representación de las minorías.
Inesperadamente, cuando la M.E.E tenía en su manos la posibilidad de proyectar una moderna arquitectura de nuestro sistema electoral, le hace la venia a una institución que desvirtuó el proceso descentralizador, distanció al elector del elegido, ha sido la causa principal del alto costo de las campañas y derivó en una plutocracia política sin virtudes conocidas. Todo, muy lejos de la unidad nacional que buscaron los constituyentes del 91. Fue una utopía desafortunada, en contravía de la razón de ser de los congresos: presupuesto y regiones.
Para colmo, ese ensayo institucional nace en un escenario de captura del poder local por bandas criminales, mafias políticas, liderazgos desacreditados, patético aumento del narcotráfico, dinero a chorros, y el olvido de lo fines superiores de la política. Resultado: El Congreso más desprestigiado de los últimos tiempos.
Es tan evidente la degeneración del proceso político que, en reciente editorial (4–19–17), El Nuevo Siglo se pregunta “¿Por qué se pudrió el Congreso?”. En su perspicaz análisis señala que no hay representación para defender “la gigantesca cantidad de recursos ambientales que existe en la Orinoquía y Amazonía”. Tampoco hay voceros, agrega, de los parques nacionales, ni para denunciar la deforestación, la minería ilegal, la pérdida de flora y fauna, pues la circunscripción nacional le ha amputado a los departamentos correspondientes ese derecho.
Claro, la circunscripción nacional para el Senado de la República obliga a competir a candidatos de urbes y departamentos populosos con candidatos de regiones despobladas, en un mercado electoral inequitativo, con la consiguiente ilegitimidad de la representación y dando lugar a una peligrosa desarticulación territorial. Estamos ante una Colombia invertebrada, diría el filósofo español.
Finalmente, debo anotar que solo he leído el documento síntesis de la M.E.E, publicado en la página web de la Presidencia de la República. Contiene propuestas que merecen acogida y respaldo como la de acabar con el voto preferente, que por naturaleza ha sido una medida electoral transitoria. Sin embargo, no es fácil entender la importancia y la viabilidad de la división de las circunscripciones departamentales para la Cámara de Representantes. Una de las soluciones es volver a la circunscripción departamental para Senado. Con ajustes de actualización. Así de sencillo.