Decía Carnelutti que nada destruía y envilecía más al ser humano, que el verse involucrado en un proceso penal. Es muy doloroso y dramático, el verse una persona expuesta a una posible pena infamante. Más dura que la pena de muerte física, es el exterminio moral y civil de un comerciante. Consciente de esto, la Corte ha dicho que la sanción penal debe adoptarse en casos extremos y cuando no haya otra manera de evitarlo.
Uno de mis primeros libros -hace 50 años- fue un grito desgarrado contra la proliferación de autos de detención, para un buen número de infracciones. Y planteaba la multa -trabajo para insolventes-, es una solución mágica. Hoy está en pleno auge. Sus ventajas son muchísimas. No estigmatiza, ni enloda el buen nombre, indispensable en la convivencia civil del ciudadano. La prisión degrada, deshonra a la familia, hace casi imposible la rehabilitación por la feroz rivalidad en el mundo de los negocios; mientras que la multa impide la pérdida del empleo, no aleja al acusado de sus familiares; la ahorra el Estado el alto costo de un recluso. Las cárceles son focos de corrupción.
Muchos penalistas pensamos que delinque el individuo, no las personas jurídicas. De mucho contenido la sesión de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, dinámicamente presidida por el catedrático Augusto Trujillo, en relación con el importante libro del prestigioso penalista Francisco Bernate sobre la penalización de personas jurídicas infractoras de la ley penal.
Sigo creyendo que la persona jurídica, los animales, las cosas, -alambradas eléctricas- no son imputables. Personas jurídicas son las empresas, los sindicatos, los colegios, la iglesia, las alcaldías y si delinque el gerente, sobornando para que le adjudiquen un contrato o lograr una ventaja, no podemos encarcelar a toda la junta, a los accionistas o terceros inocentes. No tenemos impunidad, pues en las empresas se castiga al que a “conciencia y voluntad” actuó de mala fe. Si otros coparticiparon o fueron cómplices en forma muy puntual, la justicia los ha venido castigando. Que algunas empresas son “nidos de delincuencia”. El 90% o mucho más de más de nuestras empresas pequeñas, medianas y grandes son las que sostienen al país. Cristo tuvo 12 apóstoles y uno fue traidor, Judas. Esta negra excepción no autoriza para satanizar a los 11 inocentes. Hay impunidad -es evidente- pero es en todo Colombia. En mis investigaciones documentadas, afirmó: El que comete un delito en el país tiene 92 probabilidades sobre 100 de que no le pase nada.
Diferenciar el dolo penal del dolo civil es complejo. Es muy subjetivo precisar con certeza lo que diferencia la culpa grave o temeraria de otras culpas. He sido enemigo con el Dr. Alfonso Gómez Méndez respecto al argumento de la cárcel para evasores de impuestos, por poderosas razones, entre otras porque se prestaría para amenazas extorsivas. Las rivalidades agresivas entre socios. Incluso en algunas familias, por dinero, facilitaría montajes perversos y diversos. La fuerza mayor y el caso fortuito es otra fuente de graves conflictos. El exministro Yesid Reyes lo llamó de pánico la explosiva congestión carcelaria colombiana y excárcel del 40% de presos. Si aceptamos, en gracia de discusión, que el Dr. Bernate tiene razón, acudamos a la multa siempre, salvo casos de extraordinaria gravedad. Desde la antigüedad se repite: “Mejor 100 culpables en la calle, que un inocente encarcelado”. El mismo Yesid Reyes dijo que el desangre más cuantioso del fisco se debe a procesos penales injustos.