El pueblo colombiano tiene derecho a saber si Gustavo Petro goza de salud mental para gobernar nuestro país o si la ha perdido. Nadie, aun quienes votaron por él, pueden negar que sus actitudes, sus diatribas, comunicados y notas en los medios sociales, son cada vez menos cuerdos. Hoy se podría decir que son totalmente desarticulados, insensatos e irracionales, como aquellos producidos por una mente desquiciada.
La nación entera debe tener certificados médicos de que Petro está en sus cabales y no presenta episodios psicóticos, como son sus delirios de grandeza, sus episodios de narcisismo, entre otros, que le impidan gobernar.
Es preocupante ver como con sus explosiones de furia y de odio articula mentiras que insistentemente repite, como que quien lo critica está urdiendo un complot para “derrocarlo”. Esas son reacciones paranoicas de alguien trastornado.
Sus reacciones contra la llegada de los aviones de los deportados, hace unos días, fueron tan peligrosas para Colombia por las consecuencias que pudieron haber causado, que llenaron la copa de los colombianos.
Nadie entiende la furia de Petro, ni sus diatribas contra la “indignidad” como, según él, fueron tratados los colombianos que venían en esos vuelos cuando, olímpicamente ha ignorado durante todo su gobierno la llegada de más de 50.000 mil deportados enviados, en las mismas condiciones, a Colombia por el gobierno de Biden.
Y qué decir de las indignidades que los millones de colombianos sometidos por grupos terroristas en el Catatumbo, Nariño, Cauca, La Guajira y otros territorios nacionales, están sufriendo a diario, por su incapacidad de defenderlos. Por su malograda “Paz Total” que podría llamarse “Fracaso Total”. Son más de 53.000 mil los desplazados, solamente en el Catatumbo, más de 100 muertos y no se sabe cuántos desaparecidos. ¡Eso sí es indignidad y ausencia de gobierno!
Es aterrador oír los relatos de las mujeres que han logrado huir, de cómo los narco criminales están utilizando mujeres como esclavas sexuales y que, en la zona, hay amplia “trata de personas”, sin que el gobierno haga nada. ¿Son acaso estos colombianos menos importantes que los que vienen en los vuelos de deportados?
Ni que decir de la aceptación de Petro de las indignidades a que Nicolás Maduro somete a diario a su pueblo y a los colombianos que viven en Venezuela.
Petro miente con la desfachatez de un mitómano consumado. No es sino oír o leer cualquiera de sus entrevistas o mensajes. En la entrevista con Univisión, donde siempre habla del “presidente” en tercera persona, como si no fuera él mismo, y acusa a USA de encadenar a los niños deportados, algo rotundamente falso. Esta entrevista plagada de mentiras y absurdos, es una buena prueba de los delirios de Petro. Y así, miles de entrevistas y mensajes, cada día más inicuos y confusos.
Si su problema es una adicción al alcohol, a las drogas o simplemente está enfermo de la cabeza, los colombianos tenemos derecho a saberlo. La seguridad social, económica, territorial, nuestras relaciones internacionales y la misma democracia dependen de que nuestro gobernante esté cuerdo, libre de problemas sicológicos que le impidan gobernar.
Los problemas mentales de Petro, sus vicios, excesos, manías, mentiras, iras y exabruptos, nos conciernen a todos. Debemos exigir certificado médico de la salud de Gustavo Petro. Tenemos múltiples razones para hacerlo.