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Recordemos cómo por décadas Europa nos deslumbró con la modernidad, diseño y eficiencia de sus redes viales. Todos añorábamos tener algo semejante para nuestros países.
Pues bien, eso es historia pasada. Hoy el envejecimiento de la infraestructura vial, carreteras, autopistas, puentes y túneles en Europa occidental, inclusive en los países más desarrollados como en Alemania, Francia, Italia, España, es una realidad. La sostenibilidad de la red de infraestructuras de transporte se ve amenazada de cara a 2030, si la inversión bruta en este tipo de infraestructuras se mantiene en los niveles actuales.
Tengamos en cuenta que muchas autopistas y puentes fueron construidos en la posguerra, algunos en los años 50 y 60 del siglo XX y están llegando al final de su vida útil. De prolongarse esta situación, el porcentaje de obras con al menos diez años de antigüedad superará el 80% en 2030 y más de la mitad tendrá 20 o más años.
Esto plantea un desgaste real, un desafío creciente. Muchos puentes, construidos en el siglo XX, presentan signos de deterioro, como lo demuestra el colapso en 2019 del puente de Mirepoix en Francia. En algunos casos, puentes con fallos estructurales han colapsado, con consecuencias trágicas, como ocurrió con el italiano Morandi en 2018 y, recientemente, el 11 de septiembre de 2024, con el puente Carola, de Dresde, el cual se derrumbó parcialmente y debe ser demolido por completo. Los daños fueron tan grandes que no es posible volver a ponerlo en funcionamiento, dificultando tremendamente la movilidad de los ciudadanos de esta ciudad que utilizaban este puente central para su transporte diario.
El deterioro de la infraestructura vial en Europa es un problema creciente que afecta la seguridad, la eficiencia del transporte y el desarrollo económico de la región.
La fatiga del material provocada por el aumento masivo del tráfico de pesados camiones comerciales y el aumento de vehículos públicos y privados, los fuertes cambios climáticos, olas de calor intenso, tormentas, inundaciones y vientos poderosos, sumados al mal mantenimiento de carreteras, puentes y túneles han provocado la ruptura de elementos de soporte, la corrosión, fisuras, baches, y otras fallas estructurales que amenazas a los materiales de su construcción. Otro factor clave es la insuficiencia de inversiones en mantenimiento y modernización. Algunos gobiernos han preferido construir rutas, puentes y túneles nuevos olvidando la urgencia de dar mantenimiento a lo existente.
Es claro que se necesita urgentemente reemplazar o rejuvenecer la red de estructuras viales europeas, pero los gobiernos por múltiples razones, como la falta de presupuesto, la mala planeación o su incapacidad de acción, no han sido eficientes en solucionar este grave peligro.
Los europeos, preocupados por este significativo y amenazante deterioro, votarán en sus países, según las encuestas, por candidatos que ofrezcan soluciones efectivas e inmediatas. Europa ya ha comenzado a implementar soluciones como pavimentos inteligentes, sensores para monitorear la integridad estructural de los puentes y carreteras, y el uso de inteligencia artificial para la gestión del tráfico y el mantenimiento predictivo. El voto ciudadano es definitivo para lograr resultados.
En conclusión, la combinación de gobiernos efectivos, inversiones adecuadas, tecnología avanzada y estrategias de mantenimiento preventivo permitirá garantizar una red vial segura y eficiente para las generaciones futuras no solo en Europa sino en las Américas, inclusive USA y ojalá en Colombia.