Extremos | El Nuevo Siglo
Martes, 13 de Marzo de 2018

A la hora de escribir esta columna se ha conocido la casi totalidad del escrutinio de las consultas que popularmente han dado en llamar de la derecha y de la izquierda. Los resultados han sido francamente sorprendentes. La derecha ha puesto en conjunto casi seis millones de votos, de los cuales el candidato Iván Duque logró tres millones setecientos mil. Por el lado contrario, la izquierda logró casi tres millones y medio de votos, de los cuales se depositaron a nombre del candidato Gustavo Petro casi dos millones setecientos mil votos.

La derecha está celebrando, pero creo que el gran resultado es el de la izquierda. Tres millones y medio de votos en una consulta en la que no solo no participó toda la izquierda, sino que el candidato enfrentó la campana neumática de los medios de comunicación más grandes y tradicionales  y una tenaz campaña sucia en contra, es un  logro más  que razonable.

Por el lado contrario, la derecha obtuvo un guarismo francamente asombroso. Los casi seis millones de votos que pusieron, los enruta para la Presidencia de la República con un sólido respaldo, siempre y cuando esos 6.5 millones de ciudadanos estén dispuestos a mantener su respaldo al candidato del senador Uribe.

Desafortunadamente para los jubilosos triunfadores aparentes de hoy, en política las sumas de dos más dos no siempre dan cuatro. Los resultados de una consulta no se reflejan de manera matemática en los comicios presidenciales, dado que en la mayor de las veces participan más votantes de los que son realmente militantes de cada partido. En el caso de la derecha, el factor Marta Lucía puede obedecer en gran medida a su propio caudal electoral o al de quienes desde otros partidos querían atajar a Iván Duque para que Álvaro Uribe no vuelva a la Presidencia en cuerpo ajeno.

Lo desafortunado para el país es que el resultado de las consultas interpartidistas muestra una polarización cada vez más aguda entre las extremas. 6 millones de un lado y 3.5 del otro muestran dos formas de ver el país francamente irreconciliables. Estilos de hacer política francamente parecidos, más fundados en el miedo que en las propuestas es lo que hasta ahora hemos visto de esas dos extremas. Desde un lado se agita el miedo a las expropiaciones y desde el otro el terror a los desplazamientos. Cada uno tiene un horror del otro para mostrar, o como excusa para no tener que exponer las virtudes propias de las que tal vez carezca.

 

Ojalá no nos toque en segunda vuelta elegir entre ese par de extremos tan parecidos. Esperemos que de aquí a mayo, reverdezcan otras opciones. Unas que ofrezcan más que el miedo o el odio contra el otro o los otros. Un candidato que le apunte a la esperanza, que tenga visión de Estado y no de parroquia.

Esperanza, propósitos de mejorar y propuestas de que podemos tener un país en el que quepamos todos. Uno en el que, como dice Sabina, los que matan se mueran de miedo.

@Quinternatte