Hay que felicitar a la Selección Española por su estreno en el Mundial, pero por muy contentos que estemos no podemos dejar de mirar la realidad.
Que Catar no es una democracia es evidente, que este país consiguió que se celebre el Mundial de Fútbol en sus estadios a golpe de talonario es igual de evidente, que hubo que cambiar la fecha de celebración del Mundial sin que nadie protestara, es otra obviedad, como lo es que para Catar supone una gran operación de relaciones públicas internacional haber conseguido llevarse el Mundial. Y a continuación pregunto: ¿A cuánta gente le importa? ¿Acaso el personal no se va a sentar delante de la tele para ver los partidos? ¿O los futbolistas se van a negar a jugar? La respuesta es que los futbolistas jugarán y los aficionados al fútbol se sentarán a ver jugar a la selección de su país, sin pensar en ningún momento si en ese país se cumplen los mínimos estándares de respeto a los derechos humanos.
Y es que los países occidentales, tan dados a sacar pecho mostrándose adalides de los derechos humanos y dando lecciones de ética a diestro y siniestro, más que principios tienen intereses. Esto fue así en el pasado y lo es en el presente.
Y si no piensen en cómo Estados Unidos ha decidido otorgar inmunidad al Principe saudí Bin Salman, sí, el mismo al que acusó de estar detrás del asesinato del periodista del Washington Post Jamal Khasoggi nada menos que en el consulado saudí de Estambul. Precisamente el actual Presidente Joe Biden aseguró que iba a convertir a Arabia Saudí en "un estado paria" a cuenta de ese asesinato. Eso sí, las autoridades estadounidenses -en un gesto de máxima hipocresía- afirman que, no obstante, condenan el asesinato de Khasoggi.
¿Qué por qué ha cambiado de opinión el presidente Biden? Pues la respuesta es que lo ha hecho en función de los intereses económicos y geoestratégicos de su país.
Bien es verdad que tanto en Oriente como en África o América Latina ya tienen cogida la medida a los gobiernos occidentales y saben de su fanfarronería de boquilla. Vamos, que saben que es cuestión de tiempo y de intereses que donde se dice digo, digan diego. Así que durante este tiempo el príncipe Bin Salman se ha debido de partir de risa cada vez que escuchaba a Biden o a otros políticos occidentales acusarle de instigador del asesinato de Khasoggi y de que iban a convertirle en paria.
Así que a los bienpensantes e ingenuos de este mundo hay que advertirles que esas declaraciones apocalípticas que hoy, desde Occidente, se hacen contra Vladimir Putin mañana pueden deshacerse en la nada en función de determinados intereses.
No, no me extraña que a Occidente no le tomen en serio y que exista ese rencor en los países que deciden intervenir en nombre de los derechos humanos y que luego cuando ya no les conviene se marchan dejando a su población al pairo. Léase el caso más reciente: Afganistán.
Por decirlo claramente: la ética de Occidente pende de un "depende". Así que no es de extrañar que el personal esté tan contento delante de la tele y pendiente de los partidos del Mundial.