¿Qué sería de la vida sin la fantasía? ¿Qué, sin el derecho a soñar? Los grandes avances de la humanidad, dados en los últimos ciento cincuenta años, se han debido a esa capacidad para imaginar otros mundos posibles, a la concreción de lo que en algún momento fue utopía. Con el maravilloso Julio Verne fue fantasía viajar a las profundidades del mar y luego construimos submarinos; con Leonardo fueron fantasía los helicópteros y aviones, que hoy surcan los cielos a cada instante. Soñar es un privilegio de la mente que nos permite crear realidades sólidas; pero, para que se concreten en lo tangible, necesitamos conjugar muchas variables, que van desde el desarrollo de una visión y la definición de una misión, hasta el establecimiento de metas y el logro de resultados. Es preciso todo un ejercicio de planeación consciente, sea en la vida de cada persona o en la más grande de las organizaciones, que se nos puede antojar dispendioso y aburrido. Más nos vale que lo hagamos…
Las planeaciones estratégicas, más que ser camisas de fuerza inamovibles constituyen el norte de nuestro actuar, individual o colectivo. Precisamos de estrategias y tácticas para alcanzar los objetivos. Pero, cuando carecemos de objetivos, el norte puede ser cualquiera: no importa la dirección en que nos movamos, estaremos dando tumbos. Si bien la planeación no reduce completamente la incertidumbre al menos es un gran recurso para acotarla. Lanzarnos a construir fantasías sin planear en absoluto cómo lo vamos a hacer es un autoengaño. Y es muy fácil, demasiado, auto-engañarnos. Mientras que la fantasía con la planeación adecuada se transforma en una realidad tangible, si así corresponde, la fantasía sin rigor ni disciplina se evapora. Alguien quiere hacer un viaje, pero si se queda únicamente en el mundo de las ideas lo más probable es que se tenga el viaje a través solo de las fotos de la Internet amenizado por los comentarios de las personas que ya lo hicieron. Caímos en la trampa del autoengaño, de creernos que con solo decir frases positivas lo vamos a conseguir. Fantasía sin movimiento no se realiza.
¿Hacia dónde van sus fantasías? ¿Se concretarán o se quedarán en auto-engaños para complacer a la traviesa mente? Para que el sueño se materialice requerimos hacer un balance de los recursos con los que contamos, saber cómo vamos a conseguir los que aún no tenemos, estar dispuestos a desaprender lo ya conocido y a aprender nuevas cosas. Y requerimos tener un equipo, bien sea de familia, amigos, pareja o socios, para que la sinergia producida sea la energía que alimenta la intención. No podemos crear de la nada, cero por cero da cero; se precisa algo como base, bien sea la experiencia vivida, un saldo bancario en rojo, una indagación rápida en algún motor de búsqueda, una gran alegría, un fracaso o la alegría del fracaso que confía en el aprendizaje cumplido. Estamos llamados a cumplir las fantasías. Si, y solo si, hacemos cabalmente lo que corresponde.
*Ph.D en Educación con especialidad en Biopedagogía