FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 1 de Mayo de 2013

Igualdades desiguales

 

El trato igual aun y a pesar de las diferencias es discriminatorio. De ahí que se haya sostenido y con razón que este principio jurídico es objetivo y no simplemente formal; “él se predica de la identidad de los iguales y de la diferencia entre desiguales”. No hay que olvidar quienes eran los “iguales” en Esparta y distinguir.

La pretendida ley de homogenización de los derechos de los miembros de la comunidad Lgbti, fracasada en el Congreso,  provocó todo tipo de controversias sin lograr acuerdo y ahora el Gobierno, a través del Ministro del Interior, pretende llegar a uno a fin de complacer a la Corte Constitucional, en cuanto a la orden que impartió para que se legisle en tal sentido. ¡Aquí sorprende que la Corte subordine  al legislativo!

Analizando la cuestión, se entiende que los pretensores de la ley buscan que sus uniones sean acogidas en los mismos términos del matrimonio heterosexual, esto es, que tenga idénticas repercusiones civiles y hasta ahí el problema no es complicado. La dificultad comienza cuando se pretende hacer igualdad in extenso, intrínseca,  pues lo cierto es que el amor, que es lo fundamental, en estas uniones no se puede satisfacer con la ritualidad que se le pide al legislador que sancione.

La adopción, que se entiende es la razón última de la exigencia, es una ficción de la procreación -amor inmortalidad- y como ficción, se alega, debe alcanzar el máximo de simulación para que supla el proceso emocional síquico; de manera que al legislador nada se le puede exigir al respecto, porque a lo imposible nadie está obligado.

Pensando en el  matrimonio entre personas del mismo género, visto el rito desde el punto de vista afectivo,  resulta que el símil no es valioso. En efecto, el tema se trata con elocuencia en El Banquete de Platón. Cuando su opinión da Aristófanes, dice al respecto,  aludiendo a los andróginos: “y si piensan en casarse y tener hijos, no es por natural impulso, sino por obligación legal; les basta con pasarse la vida en mutua compañía sin contraer matrimonio”. Ahora, como no puede negarse que en  la cuestión propuesta el interés económico es prioritario, también Pausanías, en el mismo texto, aduce: “ya que el que así obra parece poner en evidencia su propia condición, es decir, que por dinero haría cualquier cosa, y esto no es bello.” Finalmente, ¿para que el matrimonio? Tolstoy en La sonata a Kreutzer, solo lo encuentra propicio al sufrimiento.

La mujer con su hija en brazos le pide a Dios que salve  a su pequeña de  grave enfermedad y un escucha le advierte: no le ruegue nada al Señor, Él se ocupa ahora de complacer a una madre que le pide un esposo rico para su hija. El matrimonio gay es una cuestión de ahorro calificado y no de amor, ¿por qué,  pues,  temerle si todos los matrimonios son iguales?