Fernando Navas Talero | El Nuevo Siglo
Miércoles, 3 de Junio de 2015

BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD

Un testimonio del doctor Otto

Finalizando  marzo de este año tuve la suerte de entrevistarme con el maestro Otto Morales Benítez. Lo conocí personalmente cuando me desempeñaba como Personero de Bogotá, por allá en el año de 1982, gracias a su paisano el doctor Modesto Gómez Álvarez. Naturalmente que ya tenía yo suficiente información para conocer sus grandes dotes de humanista, pues su nombre fue famoso, especialmente por su vocación liberal y respeto por la democracia. Desde esa época conté con su don de consejo y en verdad que no tengo cómo agradecerle su ayuda.

En esa última entrevista lo encontré pleno de salud y de optimismo, conversamos sobre lo divino y lo humano al lado de su entrañable amigo, el doctor Julio César Uribe Acosta, fue una tarde inolvidable, tanto que no pude resistir el resumir esta charla en la nota publicada el primero de abril pasado.

Hoy, con  motivo de su ausencia física, no puedo dejar pasar esta oportunidad para reseñar su pensamiento, respecto al  problema institucional que sufre la nación, causa de la corrupción que la invade por todos sus poros.

Recordó el doctor Otto en esa ocasión una conferencia pronunciada en octubre de 1993 con motivo de una ceremonia en el Consejo de Estado. Expresó en esa intervención estas palabras proféticas:

“Por ello es bueno que la opinión pública insista en su accionar contra los cercos que se le tienden. Samuel D. Huntington, director del Departamento de Gobierno de la Universidad de Harvard, en reciente libro El orden público en las sociedades de cambio, remarca muchas de las fuentes de la corrupción. Nos vamos a referir a algunas pocas por las coincidencias con el drama colombiano y nos servirá para meditar en el futuro de la patria. Nos dará, igualmente, derroteros para los nuevos debates. El autor indica varios factores para que la inmoralidad alcance predominio en un tiempo de vida colectiva. El primero es que no se goce de una ‘institucionalización política efectiva’. Que se entremezclen los poderes apelando a disímiles artes. Así se pierde el perfil de sus oficios. Quien los bastardea juega con la suerte de la nación. La multiplicación de las leyes, de disposiciones de varia índole y categoría, también la impulsa”.

Estas observaciones críticas del Maestro caen como anillo al dedo, en estos momentos en que para solucionar el caos generado por la reelección espuria y delictiva promovida por el “capataz” y sus áulicos, los constituyentes delegados, de espaldas a la realidad nacional, aprovechan la coyuntura para resolver sus amañadas inconformidades, pero no para sanear el conflicto social que derrumba al país. ¿El doctor Otto era un visionario  o un hombre realista? Seguramente las dos condiciones eran suyas. Da pesar que hombres de su talla tengan que irse. Pero ahí quedan sus lecciones, porque su obra literaria es prolija y ejemplar. Lástima que tampoco haya lectores y los pocos afiebrados no cuentan con dinero para adquirir los costosos libros.