Francisco y la “alegría del amor” (IX) | El Nuevo Siglo
Domingo, 16 de Octubre de 2016

Continuando el tema de  la debida Preparación al Matrimonio (nn. 205-217), en el Cap.VI de la Exhortación, pide, el Papa, que en ella, se presenten los valores de la vida matrimonial de tal forma que se perciba el atractivo “de una unión plena que eleva y perfecciona su dimensión social”. Preparar a los novios a un crecimiento en el amor, como prenda de perfección y estabilidad (n.208). Es preciso que con sinceridad se conozcan ellos en  cualidades y defectos,  y que no se considere  al casamiento como un final del camino sino el comienzo de un largo vivir, con un amor que debe madurar (n. 210). Es muy importante,  además, como elemento de buen avance matrimonial, una bien preparada y realizada celebración del Sacramento, con aprecio de lo espiritual más que de tantos detalles sociales que  muchas veces agobian (nn. 212-213).

Dedica, luego, el  Papa, otros 23 numerales (nn. 217-230) al tema del acompañamiento en los primeros años de la vida matrimonial. Indica que en esta etapa deben asimilar los esposos que “el matrimonio es una cuestión de amor”, que no  es  de “mera atracción”.  En los primeros años hay qué ayudarles social y pastoralmente, a profundizar en su ideal cristiano (n. 217). Hay qué mostrar a los recién casados que su “matrimonio no es algo acabado” sino que su mirada debe ir hacia el futuro, y construir su vida matrimonial día a día, con gran esperanza (nn. 218-219). Hay qué advertir que en la vida personal y matrimonial hay distintas etapas, cada una con reclamo de comprensión y generosidad, así como,  también, de mutua comprensión en “ejercicio de amor mutuo”. Debe asumirse el matrimonio como “camino de maduración”, haciéndose cada uno, diariamente, más hombre y más mujer (nn. 220-221).

Advierte que el acompañamiento debe ayudar a los esposos a ser “generosos en la comunicación de la vida”, lo cual debe manifestarse en su acuerdo en relación con “planificación familiar” que presupone un dialogo consensual a la luz de las enseñanzas de la Iglesia, y en la acogida amorosa y formación de los hijos (n. 222). Hay qué llevar a los nuevos esposos a tener conciencia de los desafíos y del significado del matrimonio (n.233),  recomendándoles darle tiempo al dialogo, y a crear una “rutina práctica propia”, con miras a la estabilidad (nn. 224-226). Es deber  sagrado de los Pastores, para que se dé esa salvadora estabilidad en  los hogares, propiciar el “crecimiento en la fe” (n. 227) y del cultivo de espiritualidad que habla en el Cap. VIII. Toda  la acción pastoral, en la que se insiste en este Cap. VI, ha de tener impulso desde las Parroquias, y, en ellas, por movimientos  que afronten esta tarea. Hay qué propiciar diálogo con cada una de las familias, y que, en ellas, se aproveche cualquier acontecimiento familiar para que se cultive el hecho de ser “comunidad cristiana” (n. 229- 230). 

Dadas pormenorizadas enseñanzas sobre preparación al matrimonio, y acompañamiento pastoral a los esposos en las diversas etapas de su vida matrimonial, dedica, el Papa 26 numerales (231-257) a dar luces sobre algo que sobreviene en todo matrimonio: crisis y dificultades. Inicia advirtiendo que se cae muy pronto en ellas, cuando no se ha cumplido bien lo referente al noviazgo que  debe ser una época similar al proceso del “añejamiento” del vino, que propicia preparación a la fidelidad y a los “pequeños momentos de la vida”. Un bien vivido noviazgo, con aprecio, respeto, sinceridad, prepara a que “gusten la suavidad del vino del amor, ya bien cocido en su sustancia” (n. 231). Agrega que no debe sorprender que la historia de la familia esté surcada de crisis de todo tipo”, y que es en medio ellas en donde la pareja ha de aprender a ser feliz,  cada día de modo nuevo. En la superación de crisis y obstáculos se percibe la “ocasión para llegar a vivir juntos el vino mejor” (n.232) (Continuará).

*Obispo Emérito de Garzón

Email: monlibardoramirez@hotmail.com