FUAD GONZALO CHACÓN | El Nuevo Siglo
Viernes, 6 de Enero de 2012

Narciso y los biopolímeros

La belleza, como ningún otro atributo de la naturaleza humana, tiene aquella dualidad paradójica que se mece ambivalentemente entre el equilibrio y el caos. Por un lado es una cualidad obnubilante que puede llegar a embelesar la clara perspectiva del más prudente de los hombres, llegando incluso a quebrantar su voluntad o sentido común, y, por el otro, es una maldición perenne que se aferra como grillete medieval al destino fatídico de sus desdichadas víctimas.
Narciso tuvo la mala fortuna de probar las mieles que la primera opción le ofrecía, para terminar sumergido en los infiernos de la segunda. Dice la mitología que este apuesto joven se dio el lujo de rechazar durante varios años a cientos de pretendientes por su belleza superior, pero fue esta misma petulancia la que colmó la paciencia de la diosa Némesis quien no soportó la despectiva forma en la que le rompió el corazón a la condenada ninfa Eco y le castigó con el amor ciego a su reflejo. Esto llevó a Narciso a una penosa muerte por ahogamiento, mientras perseguía su propia mirada entre las profundas aguas de un pozo.
El patético caso de la presentadora Jessica Cediel se tomó los principales medios del país para convertirse en una moderna reedición de la historia de Narciso, dándole una cachetada necesaria a una sociedad colombiana que se malacostumbró al prototipo de belleza traqueta que hoy cobra la vida y felicidad de miles de Jessicas anónimas que no son lo suficientemente reconocidas para salir en el programa de Pirry.
Ella cayó redondita en la maldición de la belleza. Aquella que hace que los que no tienen, quieran, y los que tienen, quieran más. ¿Qué le faltaba para ser perfecta, entonces? Físicamente, creo que nada. Emocionalmente, un poquito de autoestima y amor propio no le vendrían mal.
Colombia tiene que empezar a redefinir los linderos de la estética. Hay que dejar de cosificar a las mujeres bajo la sombra infame de lascivos prejuicios que viles medios y empresas quieren sembrar en el subconsciente de la gente. Hay que loar más la nobleza de lo natural y ofrecerle menos culto al bisturí. Si no lo hacemos a tiempo, nuestro país se llenará de Narcisas sin otro destino distinto al de ahogarse en el pozo de su propia vanidad.
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