...Nosotros, como Jalisco...
Quizá una de las razones por la que los colombianos aparecemos en el ranking de los pueblos más felices del mundo es porque nosotros, como Jalisco, nunca nos rajamos.
Miren las reacciones de los cacaos de los partidos políticos post-resultados dominicales: todos ganaron. En Colombia, único país donde los procesos electorales parecen no arrojar perdedores, nos falta autocrítica o nos sobra obsesión por el gana-gana.
Salazar, presidente del Partido Conservador, cifra su alegría en que su colectividad ganó la gobernación del Putumayo.
Dussán saca pecho recordando el paso de Petro por el Polo, así no queden ni los flecos de las cobijas que una vez los arroparon; y en una frase como la de “perder es ganar un poco” celebra que la izquierda no se haya ido para la derecha...
Juan Lozano se declara orgulloso por la representación local alcanzada por la U; y Lucho porque los Verdes ya tienen presencia regional. Explíquenme si los términos representación, local y regional no son contentillos para quienes aspiraban -y no lograron- conseguir las principales alcaldías y gobernaciones del país.
El ex presidente Uribe tal vez nunca más vuelva a bailar para un comercial de televisión, pero parece haber quedado satisfecho con su único tercio de triunfo: el de Álvaro Cruz en Cundinamarca, así éste haya sido un candidato sin contendores, al que le resultaba matemáticamente imposible perder.
Las coaliciones ganadoras tienen hoy tres mamás y cuatro papás, a cual más de oportunistas. Pero cuando empiecen a desacreditarse, ¿quién podrá defenderlos?
Cuesta reconocer las derrotas y parece fácil colgarse de los vencedores.
Personalmente, me declaro perdedora en tema electoral. No me consuela que Gina haya quedado de tercera, cuando hubiera podido hacer una Alcaldía de primera. Y no me gusta Petro. No me gusta, y Dios quiera que la equivocada sea yo. Prometo que si Petro demuestra ser todo lo que yo he creído que él no es, lo reconoceré en esta columna, le diré chapeau y me retractaré con humildad, o al menos, con honestidad.
Pero por ahora, déjenme decir que además de todo, me choca que sus casi primeras palabras como alcalde electo hayan sido sobre el TLC y la Ley de Víctimas, dos temas importantes, que competen mucho más al resorte nacional que a las urgencias de la capital. Cabe recordar que el trasteo del 1º de enero será al Palacio Liévano y no a la Casa de Nariño.
Todos sabemos que los intereses de Petro no terminan ni en el 2015 ni en Bosa; pero Bogotá no merece ser tratada como un trampolín. Ojalá don Gustavo no confunda los años de Alcaldía con años de campaña presidencial, porque pocas cosas más deplorables que un funcionario público que deja de hacer lo que tiene que hacer por dedicarse al autoproselitismo político...
Y si no, acordémonos del segundo período de Uribe, en el que tuvimos en él, más que un presidente, un candidato. Si eso nos pasó con el Superman de la política nacional, algo semejante podría sucedernos con el Hombre Araña de Zipaquirá, nacido -como otros- un 19 de abril.