GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 10 de Mayo de 2013

Rigor mortis

 

Genial  que el Procurador de la Nación no se hubiera demorado casi un mes, en contestar algo que prácticamente cualquier ciudadano que hoy tenga entre  8 y  100 años -y no padezca de excesiva amnesia ni franca inconsciencia- habría tardado pocos segundos en responder. Pero es que él revienta cualquier campana de Gauss, y no propiamente por ser el mejor constructor de inclusión y sociedad. Ordóñez parece disfrutar las cuevas del oscurantismo, y no se sabe con qué violenta más: si con sus palabras, o con sus silencios. Unas y otros, atizan las hogueras perversas que tanto le gusta encender, bien para quemar libros, o conductas y sentimientos que se aparten de su rigor godarrius.

Ante la famosa pregunta que le formuló Héctor Abad el 8 de abril en Blu Radio, sobre si el Procurador negaba o no el holocausto judío, el entrevistado optó por cortar abruptamente y colgar el teléfono.

Señor, usted pertenece a la generación de la Urbanidad de Carreño, y eso en algún renglón debe figurar: Uno no  cuelga el teléfono  en medio de una entrevista, y mucho menos, a uno de los más grandes y admirables escritores colombianos.

El 29 de abril conocimos la carta que la comunidad judía envió al Jefe del Ministerio Público, pidiéndole claridad.

El 3 de mayo, el Procurador recibió a los representantes de la Confederación de Comunidades Judías de Colombia, y les dijo que ni es ni ha sido negacionista del holocausto. Los miembros de la Confederación declararon que les parecía “muy satisfactorio” el resultado de la reunión, y que daban por concluida  la controversia.

Muy nobles ellos, pero yo no he logrado cerrar el tema. ¿Cuál es el mensaje implícito en demorarse 25 días para reconocer el exterminio de seis millones de judíos? No pretendo condenar al señor Ordóñez, porque ése es su verbo preferido, no el mío; pero no quiero ser cómplice del rigor mortis de ninguna conciencia, individual o colectiva: la capacidad de reacción, no se puede perder.

Le doy  gracias a Héctor Abad por ser quien es, y por haber hecho tantas preguntas que resultan incómodas a ciertas criaturas paleolíticas, camaleones y panteras, que ostentan un hipertrofiado dedo acusador. Esas preguntas son las que nos salvan de morir como sapo hervido; cuestionan, rebullen y confrontan. Gracias a Daniel Coronell y a  Ramiro Bejarano,  por haberle dedicado sus columnas al peligro mortal de un nazismo criollo, y por ser tan valientes en todo lo que hacen, enseñan  y escriben.

Ellos, como maestros que son, nunca han desatendido la obligación que tenemos, de alertar y ventilar responsablemente las miserias que se viven y se cometen; para que éste, no sea el reino de la impunidad; y para que nadie se sumerja en esa telaraña que se le pega a las neuronas y a la conciencia, bajo el circunspecto nombre de apatía.

La inquisición fue una enfermedad letal. Que no reviva la muerte por decreto, ni la exclusión por fanatismo, es responsabilidad de quienes escribimos y leemos un mundo crítico, amenazado en cada centímetro de nuestra piel y su corteza.

ariasgloria@hotmail.com