La semana pasada a 43 grados de temperatura estuvimos en el encuentro histórico-cultural en Cartagena en honor del regenerador Rafael Núñez. Allí disfrutamos de la hospitalidad de sus gentes, sin poder evitar los recuerdos lejanos de la niñez, cuando se aprende a gatear y hablar y se disfruta del sol y del paisaje; también, hablamos con eruditos historiadores, señoras, profesores, periodistas, estudiantes y cordiales gentes nativas, quienes en su mayoría admiran o rinden culto al eminente hombre público del siglo XIX, si bien no faltan algunos izquierdistas recalcitrantes, que lo abominan.
Compartimos charlas con algunos cronistas que suelen rastrear la vida privada de los personajes para vituperarles o exaltarles. Estos se regodean hablando de los amores del cartagenero y los problemas de toda índole que sufrió por cuenta de cuatro de sus relaciones con distintas mujeres, una estudiante en Cartagena, otra en Panamá donde se casa con Dolores Gallego y la relación se apaga por lo que hoy llamarían incompatibilidad de caracteres; la tercera con la agraciada y cálida Gregoria de Haro, con la que convive un cuarto de siglo y con la que viaja a Estados Unidos y Europa, la cuarta con Soledad Román, la dama que despertó su afecto de joven sin coronar la relación, lo que se da cuando las pasiones se adormecen un tanto y la dama lo acompaña en el ejercicio del poder. Poder que, también, ella ejerció con guante de seda cuando el Regenerador estuvo enfermo en el palacio de San Carlos y sus opositores pretendían derrocarlo.
Sobre los amores y aventuras de Núñez, no era ni un Don Juan, ni un Casanova y estaba muy lejos de ser un sátiro. Al contrario, necesitaba el afecto femenino como otros necesitan respirar para vivir. En la capilla construida por Rafael Núñez en el Cabrero, el cardenal Jorge Jiménez Carvajal se dirigió al público y destacó el papel del Regenerador en relación con la Iglesia.
Los temas sugestivos de los amoríos de Núñez los trataron expertos en la materia como Martín Alonso Pinzón o Alfonso López Caballero, ambos con fino humor; también intervinieron con lujo de propiedad dos panameños, el viceministro de asuntos multilaterales Carlos Guevara, sobre la etapa panameña de Núñez. Así como un estudio sobre la educación de Rolando de la Guardia Wald.
La senadora Paloma Valencia, participó con un análisis histórico-político que le ganó los aplausos del público. La orquesta sinfónica Unibac, tocó música de época. Y el anfitrión Jorge Dávila-Pesana, presidente de la Academia de Historia de Cartagena, infatigable, estuvo al frente de todos los eventos con sesudos y eruditos comentarios. Tanto en la Universidad de Cartagena, como en el teatro Mejía o mejor Heredia como lo bautizó Núñez. El Club Cartagena participó de los merecidos homenajes y brindis a Núñez. Los asistentes estaban sorprendidos por la ausencia en los eventos de esos tres días del alcalde de Cartagena Dumek Turbay y del Gobernador de Bolívar Yamil Arana, lo que demuestra la desidia que por la historia y la cultura tienen algunos burócratas colombianos.
Entre las gentes jóvenes y de todas las edades que participaron en la rendición de honores a Núñez percibimos el más vivo interés por saber cómo ese hombre, ese sensible poeta y brillante político, había logrado en medio de las guerras civiles y la imitación desaforada de las instituciones de los Estados Unidos y otros países, ensayar una Constitución que nos diese un Estado Fuerte, que consagrara la paz. La respuesta la dimos una y otra vez: Núñez, llegó a conocer está nación a fondo con criterio sociológico, científico, práctico e intuitivo. Por lo que sabía que apenas unos pocos colombianos, como el 1% eran los actores de la violencia, como ocurre en la actualidad en Colombia, donde estos criminales dominan desde lo estratégico el 70% del territorio nacional.
Además, en las cuatro veces que ganó la presidencia, en ningún caso se apoyó en la violencia y siempre, una y otra vez, se mostró como el campeón de la persuasión y el entendimiento nacional. Núñez, fue un amigo del realismo político y su inmenso poder se afincó en la persuasión. Tan notable estadista por esa vía logró movilizar a los pacíficos ciudadanos, consagrar su reforma política y darnos más de cien años de orden y legalidad. Si hoy reviviese Núñez, se espantaría al saber del grotesco gobernante que tenemos.