Son varias las agremiaciones que datan de más de medio siglo, entre ellas Analac que congrega a los productores de leche del país y cuyo sexagésimo aniversario lo celebran cerca de 400 ganaderos reunidos hoy en el auditorio de la Cámara de Comercio Sede Salitre de Bogotá.
Otras también, entre ellas las de razas bovinas, acreditan muchos años de existencia, gozan de estructura, estatutos y de todas las formalidades que la ley señala.
Estas asociaciones, igualmente se reúnen con frecuencia para conmemorar sus propias efemérides, proponen proyectos importantes y analizan temas que les son inherentes.
A nivel regional y local, las asociaciones y los Comités de Ganaderos de los distintos departamentos son también voceros de su realidad.
Hay suficientes organizaciones según el objeto social, tan respetables unas y otras.
Ninguna desmerece, según nuestro punto de vista.
Lo que sucede, es que unas tienen más recursos, pero eso tampoco las hace más o menos importantes, porque el esfuerzo realizado para procurar su sostenibilidad les confiere la confianza y los méritos suficientes para ser tenidas en cuenta y depositar en ellas la responsabilidad que sea necesaria.
La Federación Nacional de Ganaderos, Fedegán y el Fondo Nacional del Ganado FNG, hasta hace poco administrado por ésta, han sido otros actores semejantes a los demás gremios de condición agropecuaria y pesquera a los cuales la parafiscalidad les ha permitido ser viables financieramente.
Es claro que, "los recursos de las contribuciones parafiscales agropecuarias y pesqueras deben ser invertidos en los subsectores agropecuario o pesquero que los suministran (…)”. Ley 101/1993.
Se entiende entonces, que los programas económicos y sociales financiados con esos dineros son para beneficio de todos.
Por eso, la distribución de los recaudos debe hacerse de tal forma que refleje la equivalencia ponderada, entre la suma aportada y el beneficio recibido por cada uno de los contribuyentes.
Entre tanto, sobre la administración del Fondo Nacional del Ganado FNG, hay un serio debate hoy día, y por esa razón pasó transitoriamente a manos del Ministerio de Agricultura y Fiduagraria, con tan mala suerte que todo ha llevado a la congelación de los proyectos mientras sigue cobrándose la cuota de leche y carne.
Inexplicable que esos recaudos no fluyan ante las oportunidades de una economía globalizada y la necesidad de invertir en un pronto y ágil desarrollo tecnológico y comercial.
Pero es que si aún estuviesen disponibles, la política pública requiere más de cien mil millones de pesos equivalentes a dicho recaudo.
De ahí que la actividad gremial no puede quedarse nada más que en esa discusión.
Porque a pesar de ser una suma importante, tampoco la cuantía alcanza para atender las reales necesidades de un sector, que por estar distraído en esa disputa menor, ha dejado de lado la consecución de otros recursos, prueba de lo cual es el tratamiento dado al Ministerio de agricultura en el presupuesto de la nación para el 2017, con un recorte cercano al 40% de inversión.
Ni siquiera un billón de pesos exclusivamente para la ganadería al año, le alcanzaría para desarrollarse y ser competitiva.
Que los gremios y la cartera de Agricultura dediquen la mayor parte de su tiempo a la pelea doméstica por la administración de la parafiscalidad, resulta frustrante por decir lo menos.
Entonces, la asociatividad gremial debe fortalecerse, en procura de mejores condiciones económicas y sociales.
Hacer valer y defender sus propios derechos y ampliar su red de asociados y su capacidad de acción, tanto a nivel territorial como nacional.
Sin acolitar ni promover la provocación, la confrontación, la división y la desarticulación con intereses distintos a los de la colectividad, porque de seguir así, fácilmente lo que puede sobrevenir es el caos, el desorden y la confusión absoluta en un momento en el que Colombia busca la paz y la reconciliación.
Todo lo cual sería la antítesis de lo gremial, que mucho daño le hace al país.
La ganadería en Colombia no puede desgastarse en conflictos con el Gobierno, ni éste prestarse para ayudar a destruir lo que se ha logrado después de tantos años de lucha.