GUILLERMO LEÓN ESCOBAR | El Nuevo Siglo
Martes, 22 de Mayo de 2012

La crisis

 

Es,  sin duda, la palabra  que más se escucha  en las conversaciones cuando se está en Europa bien sea en el café, en el restaurante, en los diálogos informales o en los debates especializados. Todo llega siempre  “al puerto de la crisis”. Lo importante es cómo se afronta esa realidad que es el punto en el cual un observador se da cuenta de que hay un posible juego detrás de ella.

Hay datos que señalan que no se ha dejado de producir riqueza, pero con menos puestos de trabajo; las revistas publican la “obscena noticia” de las individualidades más ricas del mundo; se dan a conocer los grandes derroches de dinero en los saraos y fiestas de esa legión de gente que “son  importantes“ pero no hacen nada importante; se reducen los empleos y llenos de responsabilidad por la crisis se le pide a la gente si puede trabajar por menos salario porque la situación no está para despilfarros.

Las contradicciones son evidentes. Mucho nos criticaron los inteligentes europeos el concepto de “brecha entre ricos y pobres” y ellos empiezan a usarla a menudo y a preocuparse hasta dónde aguantará la gente el apretarse el cinturón antes de dar vía libre a la “subversión de la pobreza” que no necesita discursos sino atender a las evidencias.

Quienes van más a fondo en el análisis llegan también a otras conclusiones. Por lo común  son los jefes de Estado y de Gobierno cuando ya no pueden explicar con cifras lo que sucede descubren que lo que hay es una total crisis de valores, de concepción de la vida, de anhelos a satisfacer en esta vida -que siendo para muchos la única- es preciso agotarla en sus posibilidades aun a costa de la supervivencia de los otros porque para ellos es de nuevo actual la divisa aquella de “comamos y bebamos que mañana moriremos”.

Y entonces Cameron, Zapatero y Rajoy, Hollander y su desventurado predecesor, Monti y cuantos se han declarado dispuestos a superar esa situación dificultosa hablan de concepción del vivir en tanto que continúan privatizando las ganancias y socializando las pérdidas porque está demostrado que cuando se pierde plata en las sociedades liberales esa plata era la que se pensaba dedicar a los pobres.

Entonces es cuando coinciden los líderes civiles con la prédica de los líderes religiosos de casi todas las denominaciones. Entre nosotros el Papa Benedicto XVI lo volvió a advertir consciente de que hay que recuperar la cordura, retornar o redefinir una opción decente para el acontecer humano y su destino.

Duele decirlo pero la solución no es fácil pues ella pasa por reconocer a Dios, reconocer la propia dignidad, respetar la vida en todas sus formas, procurar ser feliz acompañándonos de la felicidad del prójimo y celebrando a diario un sentido del vivir que nos lleve a “ser más”. ¡La solución está lejos!

guilloescobar@yahoo.com