GUILLERMO LEÓN ESCOBAR HERRÁN | El Nuevo Siglo
Martes, 17 de Enero de 2012

El fracaso de Europa

Por más que se quiera no se puede disimular la crisis que padece Europa. A lo único que se le da valor -mayormente- es al tema económico, a lo atinente al mundo financiero y al peso de la inmigración ilegal. Pero más allá no se ha permitido mirar. Es claro el desbarajuste de una cultura positivamente apreciable que se dedicó a cuidar el tronco, las ramas y los frutos pero que olvidó sus raíces que -por ello- se fueron debilitando y al hacerlo dejaron de dar resultados de humanización. El frondoso árbol tambalea y colocarse bajo su sombra es correr el peligro de ser aplastado. Los divulgadores del ayer abundan y tratan de crear la sensación de que nada grave sucede. Los pocos pensadores del hoy han prendido todas las luces de emergencia a sabiendas de que no serán escuchados sino por esas minorías que carecen de poder para poner en movimiento factores de cambio.
El asunto es tan grave que la culta Europa comienza a descubrir que extravió los valores. No hay brújula. Salvando algunos testimonios de auténtica solidaridad, se nota la vigencia del doble discurso. Se habla de solidaridad y se practica el más feroz egoísmo. Se habla de cooperación internacional y luego comienza a aparecer que ella no era sino parte de una refinada estrategia de inversiones y de ganancias. Se habla de paz y se intensifica la venta de armas a quien las pueda pagar; se habla de ética pero el “lavadero” de divisas continúa; se siguen comprando conciencias en los negocios; los tiranuelos que se han apoyado saben que los frutos de sus tropelías están allí seguros; se habla contra el narcotráfico, pero se permite la autodestrucción de generaciones a través de un disimulado consumo. Se sustituyó a partir de la revuelta del 68 el humanismo -con todos sus defectos- por el relativismo con sus muy escasas virtudes. Se rescató el “darwinismo social” con la vigencia de la ley del más fuerte, del “sálvese quien pueda”, se rescató el más puro maquiavelismo con aquello de que lo importante es si el bien perseguido se obtiene no importando que se haga para lograrlo y más aún aquella expresión germánica de que el resultado purifica los instrumentos utilizados.
Benedicto XVI ha realizado una radiografía de esta situación tanto en su encíclica Caritas in Veritate como en el reciente mensaje de la Jornada Mundial de la Paz. A católicos y protestantes se les descristianizó Europa y no se han dado cuenta.
En Latinoamérica estamos mal, pero es mayor y creciente la minoría que piensa y trabaja por mejorar.
Es cierto: estamos mal pero también lo es que estamos mejorando. Allí están mal y se siguen equivocando y tratando de dar lecciones. ¡Nuestra América debe ahora sí construir su propio camino! Hay que rescatar el pensar de Jaime Sanín, de Gabriel Betancourt y de Otto Morales. Allí hay un pensar que es urgente recuperar ahora cuando la “globalización” requiere la tarea previa de la “integración”.
guilloescobar@yahoo.com