GUILLERMO LEÓN ESCOBAR HERRÁN | El Nuevo Siglo
Martes, 24 de Enero de 2012

 

Un puesto para Dios

 

Es preocupación del Papa en este extraordinario pontificado doctrinal en que se intenta de nuevo “ganar fondo” en las relaciones con Dios, el retorno a lo fundamental a saber: que Dios Padre existe, que su presencia es viva y constante y que el grande y único mediador es Jesucristo, enviado por el Padre para nuestra salvación y que la historia se mueve hacia Él guiada por el Espíritu.

“Redescubrir el camino de la Fe” es urgente. Apasionante es la tarea de acompasar su crecimiento y renovación a los permanentes pasos que a través de la Ciencia le son presentados por el mismo ser humano cuando hace gala de ese maravilloso don del buscar sin agotarse en la curiosidad de participar de ese don del conocimiento. Entre Fe y Ciencia “no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad”.

Este año de 2012 trae consigo la memoria de los 50 años del comienzo del Concilio Vaticano II, la convocatoria del “Año de la Fe” a partir de octubre y los veinte años de la publicación del Catecismo.

Son momentos fundamentales desde cuando el gran Papa del siglo XX -Juan XXIII- dio un gran viraje en la Barca de Pedro e hizo posible la gran bifurcación que hizo superar definitivamente momentos de vacilación sobre el pesar de abandonar lo accidental del pasado y la valiente decisión de poner bajo el Evangelio la construcción de una Nueva Sociedad.

Se necesitaba valentía. Al Papa se le tenía afecto pero eran pocos los que querían que hiciera algo. Hubo quien dijo que era “un amable inútil”. Y de él vino la decisión de atender a los signos de los tiempos. Del saber mirar, escuchar, de rescatar criterios de valoración y diseñar y ejecutar líneas ciertas de acción que permitan reorientar los procesos de humanización que constituyen el meollo de la historia.

Ha sido dura la lucha del Papa Juan que apenas comienza. Ha tenido momentos estelares en los Papas que le sucedieron. Paulo VI en su enorme capacidad de percepción, Juan Pablo I con su voluntad de acercamiento, Juan Pablo II con la tarea de lograr para la Iglesia un puesto de liderazgo en la conducción del mundo, pero sobre todo del Papa Ratzinger en el re-diseño doctrinal de recuperar lo fundamental y de poner en evidencia a aquellos que, disfrazados de renovadores, se han vestido de Vaticano II sin lavarse previamente el espíritu y lo han hecho a fin de que ese magnífico Concilio quede reducido a una discusión de latines y de ceremoniales que impiden llegar al fondo del tesoro doctrinal.

Por ello el Año de la Fe debe ser exigente. La nueva evangelización atañe a todos. Los laicos, sí, pero también los religiosos, los presbíteros, los obispos, todos deben evangelizarse unos a otros. La conversión toca a todas las puertas. Por los frutos se verá si hemos logrado -más allá de los mitos- darle cumplimiento al Evangelio.

guilloescobar@y ahoo.com