Luego de dos años de decadencia, los colombianos esperamos ansiosos la posibilidad de elegir nuevos dirigentes en el 2026. Naturalmente, a dos años de los comicios, sabemos muy poco de ellos. Varios puntos de información pueden llegar a ser engañosos. En primer lugar, no podemos guiarnos por la afiliación partidista de los candidatos, que significa muy poco en nuestra actual crisis de representatividad. En la Colombia de hoy hay socialistas en el Partido Conservador, conservadores sociales en el Partido Verde y estatistas desaforados en el Partido Liberal. Inclusive dentro de los partidos más ideológicamente consistentes, como lo son el Pacto Histórico, el Centro Democrático y Cambio Radical, hay fisuras mucho más relevantes que la misma afiliación partidista.
Por otro lado, no nos podemos guiar del posicionamiento de los candidatos en las escasas encuestas con las que contamos porque, como veremos, hay algunas fuerzas políticas mucho más cohesionadas que otras. Las primeras encuestas para las elecciones de 2018 y 2022 vaticinaban como contendores en segunda vuelta a Germán Vargas Lleras y Sergio Fajardo, respectivamente. Ambos se ubicaron en el cuarto puesto con menos del 10% de los votos.
Finalmente, no nos podemos dejar guiar por las cifras de auto identificación política. Según las últimas encuestas de Guarumo, alrededor del 17% de la población se considera de izquierda o centroizquierda, mientras que el 28% se considera de derecha o centroderecha. La gran masa del electorado colombiano -alrededor del 56%- no se identifica con ninguna de estas etiquetas, y mientras que la derecha política hoy es más fuerte que la izquierda, ninguno de estos bandos puede triunfar sin apelar al colombiano aparentemente apolítico. La Colombia de hoy no es un país polarizado, en el sentido estricto de la palabra, sino un país generalmente hastiado de la política donde las voces minoritarias más dominantes producen la ilusión de la polarización.
Lo que sí podemos vislumbrar es una contienda entre cuatro facciones cuyas fronteras trascienden los partidos. La primera de estas es el petrismo oficialista, que aboga por la estatización total de los servicios esenciales, la redistribución masiva de la tierra, la impunidad generalizada para toda clase de terroristas, la alineación diplomática con las dictaduras socialistas y la destrucción de amplios segmentos de la economía colombiana. Acostumbrados a vivir bajo la sombra de Gustavo Petro, es una facción sin sucesor claro, pero que seguramente surgirá. En este momento, sus referentes principales aglutinan alrededor del 18-24% de la intención de voto.
La segunda facción -los socialdemócratas- consiste en aquellos herederos de la coalición Centro Esperanza de las elecciones del 2022 que no se integraron posteriormente al petrismo, como ocurrió con el canciller Luis Gilberto Murillo. Esta facción tiende a abogar por políticas progresistas en lo social e intervencionistas en lo económico, pero a diferencia del petrismo, busca ganarse la confianza de la sociedad y el mercado, evitando las grotescas rupturas institucionales y abiertas violaciones de las garantías ciudadanas que Petro y sus aliados defienden. No es el centro, como se le conoce popularmente, pero sí una izquierda más responsable y democrática, cuyos principales referentes -Sergio Fajardo, Juan Manuel Galán y Claudia López- ya son personalidades políticas fuertes con apoyo independiente. Entre todos, suman alrededor del 22-24% de la intención de voto.
Esta será la primera de una serie de dos columnas. Habiendo descrito esta semana el estado de la izquierda en Colombia, la próxima detallaré el estado de la derecha y mis predicciones sobre lo que puede pasar en las anheladas elecciones del 2026.