Es muy emocionante ver columnas enteras de antiguos frentes de las Farc yendo hacia las zonas veredales de concentración, en cumplimiento de lo acordado con el Gobierno Nacional de Colombia. Son miles de hombres y mujeres cansados de la guerra, que creen firmemente en la posibilidad de regresar a la vida civil y constituirse en opción política. Son miles de personas comunes y corrientes, como usted y yo, con historias de vida tan particulares como la suya o la mía, que han cometido errores y han acertado, que quieren volver a empezar, como posiblemente le ha sucedido a usted, como lo he vivido yo. Nos llegan imágenes de buses escalera, camiones y chalupas desde esa Colombia rural que muchos citadinos no quieren ver, que nunca han pisado o que miran con sentimientos de curiosidad o desdén. Retratos de seres humanos de diversa procedencia, muchos campesinos y otros habitantes urbanos, que se fueron al monte para hacer la guerra y hoy se reúnen para construir la paz.
No soy quién para juzgar sus acciones, tampoco para justificarlas. Sé que detrás de cada rostro - esos que muchos rechazan y esperan que se pudran en lo profundo de la manigua- hay historias de vida que encierran frustraciones profundas, dolores no elaborados, miedos paralizantes y resentimientos por la exclusión social ancestral. Son sus emociones, como las suyas o las mías; con esa carga de sentipensamientos se atreven hoy a construir hechos de paz, concretos y tangibles, en un proceso bastante lejano a ser perfecto y que con sus imperfecciones nos abre la puerta a una vida un poco mejor.
Ya la estamos viviendo desde la primera declaratoria de cese al fuego unilateral, que las Farc hicieron el 20 de diciembre de 2014, con sus más y sus menos. Terminar una guerra no es nada sencillo; para armarla basta con una palabra, una mirada. Por eso ver a estos miles de personas finalizando el conflicto armado es muy emocionante, a pesar de la apatía de muchos y la desconfianza de otros.
Celebro estos hechos de paz, acompañados por la Fuerza Pública y veeduría internacional. Por ello hay que cumplir con esa guerrilla que deja las armas. Claro que hay lunares en el proceso, y grandes, como lo referente a los menores de edad que aún están retenidos y los milicianos urbanos que no se sabe cuántos son. Si del lado de las Farc hay sombras, también las hay desde el Gobierno Nacional. Con esas imperfecciones, que a la final son perfectas y llenas de sentido, le doy la bienvenida a este nuevo tiempo de paz, sin soslayar los peligros que se ciernen sobre él. Sigamos construyendo hechos de paz, desde adentro hacia afuera, en medio de la incertidumbre y ampliando la consciencia.