HERNANDO GARCÍA MEJÍA | El Nuevo Siglo
Domingo, 13 de Noviembre de 2011

La eurocrisis

La excelente columnista caleña María Elvira Bonilla publicó el lunes 7 de noviembre una carta muy interesante en su columna de El Espectador. Mejor dicho, su columna, salvo una brevísima introducción, fue dicha carta. Muy pocas veces los columnistas cedemos nuestro espacio privilegiando textos ajenos y menos si son completos. Pero en el caso citado se justificó plenamente, pues el texto constituye, en sí mismo, el mejor y más original de los artículos.
La carta la escribió el griego Georgios Psomás y fue dirigida al alemán Walter Wuellenweber en respuesta a un texto suyo en la revista Stern. El alemán le echa la culpa de la crisis griega al despilfarro y al mal manejo de la economía y el griego arguye que se arruinaron también comprando productos que hicieron crecer la economía germana. Por último, le pasa costosa cuenta de cobro por todo lo que culturalmente aportó su país a la eurozona.
“Mis compatriotas y yo crecimos siempre con privaciones y sabemos aguantar”, afirma el griego. “Podemos vivir sin BMW, sin Mercedes, sin Opel, sin Skoda. Dejaremos de comprar productos de Lidl, de Praktiker, de IKEA. Pero ustedes, Walter, cómo se las van a arreglar con los desempleados que dejará esta situación que puede obligarlos a bajar su estándar de vida, sus autos lujosos, sus vacaciones al exterior, sus excursiones sexuales a Tailandia. Ustedes, ‘compatriotas’ de la eurozona, pretenden que nos vayamos de ella. Creo firmemente que debemos hacerlo para salvarnos de la UE, que es una banda de especuladores financieros, un equipo en el cual jugamos sólo si consumimos los productos que ustedes ofrecen: préstamos, bienes industriales, bienes de consumo, obras faraónicas”.
Europa y en general los países desarrollados han hecho siempre lo mismo: esquilman y saquean a los pequeños, los obligan a consumir sus productos con pactos no siempre justos, utilizan el poderío económico para imponerles cambios culturales, políticos, sociales y administrativos que los ciñen a su coyunda. En esto coadyuvan los corbatudos vendepatrias que medran a la sombra del poder con la connivencia de gobernantes espurios. La historia reciente documenta muy bien la afirmación.
Palabras más, palabras menos, la carta del griego podrían suscribirla todos los países del Tercer Mundo, comenzando por los latinoamericanos, y el destinatario obvio es EE.UU. La ley de la conservación y la supervivencia enseña que el pez grande se come al chico. Y los chicos, en nuestra área regional, somos los productores de los minerales, cuyos precios de extracción se multiplican, de regreso, con el valor agregado de la transformación técnica y científica. Vendemos a huevo y compramos carísimo.
Nosotros somos los griegos de América.