HERNANDO GARCÍA MEJÍA | El Nuevo Siglo
Domingo, 20 de Noviembre de 2011

¡Adelante, muchachos!

 

El  mundo y el futuro son de los jóvenes porque los viejos han fracasado en la vida, en la administración y en la historia. Como cantó Gardel, en sus manos, “el mundo siempre fue y será una porquería”.
Un ligero repaso a la historia nacional lo comprueba con creces. La política, en manos de viejos, no ha dejado más que sangre, miseria y marginalidad. Viejos perversos impulsaron el ciclo conocido como la Violencia, que desató un mar de sangre en el que perecieron más inocentes que culpables. Desde Bogotá se atizaba la hoguera infernal de partidismos insensatos y hasta la Iglesia, atrozmente politizada en cabeza de un peligroso fanático como monseñor Builes, echaba leña al fuego desde una gélida aldehuela antioqueña. Matar liberales dizque no era pecado. Más que esto, el hecho debió parecer algo así como lo que ahora se conoce como “limpieza social”. Los viejos dejaron perder el Canal de Panamá y mientras esto sucedía un versificador le cantaba a una perra en diminutivo. Poema jocoso por valiosa tajada de país.
El chiste que se le atribuye al vejete zumbón debió ser cierto: “Recibí un país y devolví dos”.
Viejos lambones nos entregaron atados de pies y manos a los gringos, iniciando un proceso de enajenación que muchos años después, en vez de aminorarse, parece acentuarse. Viejos, en fin, como en sainete barato, fingieron cambiar las cosas para que, al estilo de Lampedusa, todo siguiera igual. Como siempre.
Este fue y sigue siendo el modus operandi de los viejos. Y mientras estos continúan haciendo de las suyas y trabajando para su medro y clientela personal, el país, adormilado y complaciente, elude fenómenos de modernidad y parece anclado en alguna remota y cenagosa orilla del siglo XIX. El conservadurismo anacrónico y ahistórico, el antiabortismo feroz, el desconocimiento e irrespeto por la diferencia, el apoyo a políticas fascistas y dictatoriales lo evidencian de manera preocupante.
Los viejos fracasaron, repito. Pero no sólo en Colombia sino en todo el mundo. Y, ante este fracaso, a los jóvenes no les ha quedado más alternativa que rebelarse para tratar de tomar las riendas de su enredado y sombrío futuro.
El movimiento de indignación que sacude el mundo, y que apenas está llegando a Colombia, es la respuesta de los jóvenes. Se cansaron de aguantar y reaccionaron. Las protestas y las marchas contra una reforma educativa que los afecta, son apenas el principio de un inconformismo generacional que, sin duda, removerá algunos cementerios de momias.
Como viejo joven, práctico y realista que soy, adhiero a los sueños, esperanzas y luchas de los muchachos.