HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 17 de Marzo de 2013

Crítica a la educación

 

ES  una pobre educación la que no deja en el individuo un interés vivo por  la investigación, gusto por el trabajo, afición por los libros. También es pobre la educación que no cuida y ejercita el cuerpo, la que no modela el carácter, la que no vigoriza la voluntad, orienta los sentimientos, forma el criterio y modera los modales. Es una pobre educación la que no desarrolla plenamente, con un fin elevado, toda la potencialidad individual.

Claro que la escuela no es omnipotente. La herencia, el medio familiar, el ambiente de la calle son, a la par de ella, factores determinantes en la formación moral del joven y del niño. El hogar y la escuela; he ahí las dos fuerzas sustantivas que encaminan toda conciencia que se abre a la vida.  Si el hogar reafirma los preceptos de la escuela, la labor realizada sería enorme. Si el hogar contradice el ideal de la escuela, o siquiera no participa de él, la obra educativa vacilará constantemente y llevará a conclusiones negativas y desmoralizadoras.

La educación debe ser la base de toda gran política de desarrollo del país. La educación es una obra de largo alcance, que exige una clara visión de los fines perseguidos y perseverancia en su búsqueda. La educación debe dirigirse al hombre al cual pretende desarrollar armoniosa e integralmente. Y este hombre tiene que ser concreto, ciudadano de un país del cual ha recibido como herencia tradiciones y temperamento; que habita en medio de una realidad geográfica y económica precisas, influido por el medio ambiente, que él debe transformar. La educación, no trabaja solamente para el presente, sino para el porvenir y debe preparar a los hombres para la sociedad que mañana tendrán que construir y desarrollar.

En nuestro medio se aplica la sentencia de Oscar Wilde: “Los que no tuvieron tiempo de aprender están dedicados a enseñar”. Es esencial capacitar moral y  técnicamente al personal docente. La calidad del maestro crea la calidad de la escuela y los alumnos. Con profesores de tercera tendremos discípulos de quinta. Los educadores, a más de una cultura general, deben tener la aptitud inherente a la enseñanza.

Una gran falla en el ambiente estudiantil colombiano es la pasividad de la enseñanza. El maestro habla  y el alumno escucha. El maestro discurre sin preocuparse nunca de poner su enseñanza al alcance del joven. El discípulo escucha o finge escuchar y su espíritu se evade de un conocimiento carente de interés para él. Se exige más de  la memoria que de la inteligencia. Lo esencial es que el educando pueda repetir, sin comprender nada, el contenido material de la enseñanza. Con frecuencia se considera la educación primaria como preparación para ingresar al bachillerato y éste como base para estudiar una profesión. Y ésta no es siempre la lógica de la vida. De cada mil que inician primaria, tan solo uno llega a “doctor”.