HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 16 de Junio de 2013

La influencia africana

 

Para   Colombia -y para el mundo- la presencia del negro ha sido salvadora. Sin la ayuda y la colaboración del africano, la situación cultural, económica y social de nuestro país sería muy diferente; el sojuzgamiento de esta raza fue anterior al Descubrimiento. El infamante esclavismo nació con el hombre. El fuerte siempre ha explotado al débil. Y esto, con modificaciones, más o menos continúa igual.

A España y Portugal, con poderosas flotas mercantes manejadas con gran cantidad de africanos, siguieron los ingleses, los holandeses  y otros países. A pesar de que el Papa Urbano VIII prohibió el esclavismo, de África sacaron 20 millones de esclavos en cuatro siglos.

Colombia recibió trescientos mil africanos. Eran muy hábiles para la agricultura, el trabajo de los metales y muchísimas actividades. En las artes sobresalieron. Inventaron magníficos instrumentos musicales, en especial de percusión, de variadas formas, tamaños y tonos. En la danza sus ritmos alegres y fuertes transparentaban un carácter vigoroso y sensual y un espíritu contrario a la pasividad, al quietismo y a la melancolía. La pintura, dibujo, escultura, cerámica, esmaltes, las artes de la madera y el fuego, tenían en los negros, cultivadores amorosos y diestros, bien dotados para el conocimiento y el color. Su mundo religioso y mágico era excepcionalmente fecundo y original. En su mayoría eran politeístas, derivando hacia el culto idolátrico. Su fantasía se ligaba a otros elementos mentales y espirituales para cristalizar en supersticiones y brujerías, en muy vistosos ritos y ceremonias.

Ni los negros que llegaban a participar en la concreción racial, espiritual y social del país nuevo, podían sospechar el alcance de su definitiva presencia. El impacto africano se hace sentir en Colombia en la plenitud de la población incipiente, y en sus numerosos aspectos, desde el mismo momento de la entrada al mestizaje, cuando se planta definitivamente en él.

En el orden económico, el negro fue un notable factor de progreso; demostró aquí su cultura agrícola; se repetía que el trabajo de un negro equivalía al de 7 indios. Si el precio de un indio en el mercado era de seis pesos, el de un negro subía a sesenta.  Por su superioridad cultural y técnica sobre el indio, corresponde al negro muchas veces una función civilizadora, tan eficaz como la española. El negro ayudó en las terribles y agotadoras jornadas de la exploración y de la conquista.

Las nodrizas negras amamantaban a los niños blancos. Como criadas influyeron en la formación de la infancia. Del aya negra recibimos los miedos africanos, las leyendas de espíritus malignos y ángeles benévolos, los cuentos en los que los astutos derrotan a los más fuertes. En la ficción, nuestra narrativa está muy cargada de la imaginación africana.

La bondad y la maldad, la imaginación vivaz, el optimismo, las formas superficiales y las profundas del comportamiento individual y colectivo, todo indica la impregnación de otras civilizaciones como la africana y la árabe. En lo mágico recibimos del mundo africano los amuletos, el rezo al tabaco y una gama nutrida de ensalmos y exorcismos. El daño, el mal de ojo, etc.