Los odios políticos
Benito Juárez sentenció: “La paz es el respeto al derecho ajeno”. El cristianismo fue más allá: “No basta respetar al otro, hay que ayudarlo”. Mejor que la simple coexistencia, es la convivencia constructiva y fecunda.
Si se contesta el odio con el odio ¿cuándo se acabará el odio? Caín mató a Abel, es decir, se exterminó al bueno, y todos descendemos de un homicida.
La beligerancia individualista puede degenerar en despotismo. Las ideas no se imponen, nacen espontáneas. El infalible se cree con derecho a eliminar al equivocado. No hay que confundir el silencio con el consentimiento. Al disidente hay que oírlo, no aplastarlo. Tolerar es compartir con contradictores. Que no decidan otros por nosotros. Con sectarismo no hay discusión, sino imposición. Todo derecho engendra deberes. Libertad no es hacer lo que se quiere, sino lo que se debe. Con frecuencia el fanático se petrifica y el libertario se desintegra.
En multitud de oportunidades es un error afirmar en forma tajante que en los principios no hay que ceder, como si no existieran los matices, las cercanías y las aproximaciones.
Las guerras más sangrientas y feroces terminan en una mesa de negociación, que no es otra cosa que hacer concesiones mutuas y recíprocas. Es algo funesto la intolerancia arriba y el fanatismo abajo. Hay que hacer que todo el mundo quepa en los principios y no que todos los hombres no caben en los principios.
La cultura ‘totalitaria’ predica un ‘no rotundo’ a lo diferente. Su arrogante lema es simple: “Todo en el Estado, todo para el Estado y nada fuera del Estado”. Sólo existe el derecho al aplauso.
Por su ciego sectarismo Robespierre hizo asesinar a 200.000 adversarios en la época de la Revolución Francesa.
Cuando falta la tolerancia surgen los hombres conflictivos y belicosos. Todo lo quieren solucionar a sangre y fuego.
Retrocedí espantado cuando leí en una lápida en el cementerio de Madrid -España- esta frase fatídica: “Aquí yace media España, víctima de la otra media”. La guerra civil le representó a España dos millones de muertos.
En la política, en la vida y en todo es mejor dar abrazos que dar bofetones. El puente une, el muro aísla.
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*Apartes del libro titulado La identidad del hombre colombiano según H.G.A. del académico Javier Ocampo López, presidente de la Academia de Historia de Boyacá. El libro lo patrocina la Corporación del Meta. Rector R. Mojica G.