HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 31 de Julio de 2011

Valle, Cauca y Nariño


“Empezar por ganarse voluntad de los campesinos, de los indígenas”


HABLAR  del Valle, Nariño y Cauca, es hablar de una de las zonas más importantes del país. Aproximadamente 350.000 kilómetros cuadrados; allí nace los dos grandes ríos de Colombia, el Cauca y el Magdalena, también el Patía y el Caquetá. Esta rica y poderosa región se comunica con el mar Pacífico.

Desafiantes las cordilleras Central, Occidental y Oriental. Las inmensas montañas bajan un poco la altura el llegar a las capitales, Pasto, Popayán y Cali.


La guerrilla en esta parte del territorio colombiano se ha familiarizado con la topografía. Y por multitud de razones cuenta con colaboración de parte de la población civil. Allá no llegan salud, autoridad, educación. No existen vías de comunicación. En sus libros habla Gerney Ríos González de la abundancia de grupos indígenas. La miseria ha tornado a estas familias aborígenes en fuente de conflictos internos lo que convierte a la infancia y a la adolescencia en fácil presa de la insurgencia. El maltrato familiar, la agresividad de los adultos, la falta de alimentación, de afecto, impulsan a la juventud a sumarse a la subversión.


El maestro Valencia decía que el niño en un ambiente de amor será paloma y en uno de odio, serpiente. Un ser violentado, con hambre, y humillado es un criminal en potencia.


La guerrilla se mueve dentro de la población civil como pez en el agua. Para eliminar al pez hay que quitarle el agua. En la lucha antiguerrilla, empezar por ganarse la voluntad de los campesinos, de los indígenas y de los habitantes en general. Más trascendental que matar moscos es erradicar las lagunas pútridas que los originan.


Con sumas tentadoras hay que obtener cooperación de la ciudadanía en el empeño de capturar a los grandes anarquistas. A los colaboradores, protegerlos con cambio de identidad y ayuda a sus familiares. El que entrega a un criminal temible al Ejército puede pagar con su vida tal hazaña. De ahí la urgencia de darle eficaz asistencia al informante, a su familia y allegados.


Se dice que las pocas vías de comunicación existentes en las selvas y montañas colombianas han sido construidas por los guerrilleros. Con sumas de dinero gigantescas, producto del tráfico de la droga y de los secuestros sobornan a los labriegos, les dan buena alimentación, armas y salarios aceptables. El insurgente conoce como la palma de la mano la montaña. Los nativos informan sobre la presencia y movimiento de las Fuerzas Armadas. Por todo esto se convierten los delincuentes en “inderrotables”. Por fortuna, a pesar de todo, la solidaridad civil es hazañosa y frecuente.