HUGO QUINTERO BERNATE | El Nuevo Siglo
Martes, 29 de Enero de 2013

Deuda histórica

 

Apenas ahora, más de 120 años después de su creación, la Corte Suprema de Justicia paga una deuda histórica con el país al designar a la magistrada Ruth Marina Díaz Rueda, para presidirla durante el período 2013-2014.

Otras, de las que ahora se llaman "Altas Cortes", ya habían elegido mujeres para presidirlas, pero nunca la Suprema. El Consejo de Estado tiene, por ejemplo, el mérito de haberlo hecho antes de la Constitución de 1991. De hecho, la consejera Consuelo Sarria fue la encargada de llevar la representación de esa corporación ante la Constituyente y allílogrófortalecer sus funciones y poderes. Pero la Suprema, en tiempos de la godísima Constitución de 1886, apenas tuvo una magistrada: Fanny González Franco, inmolada en la masacre del Palacio de Justicia.

Isaura Vargas y Elsy del Pilar Cuello en la Sala de Casación Laboral; Marina Pulido y Mªdel Rosario González en la Penal; y, Margarita Cabello y la propia Ruth Marina Díaz en la Civil, son mujeres en cabeza de quienes la Corte rompiósu tradicional machismo electoral. Todas fueron elegidas después de la Constitución de 1991, pero ninguna había sido honrada con la Presidencia.

La magistrada Díaz Rueda vino, como todas sus colegas que están o han pasado por la Corte, desde provincia: santanderana de pura cepa, de estirpe comunera como corresponde a su nacimiento en El Socorro y con dilatada experiencia en administración de justicia en los Tribunales Superiores de San Gil y Bogotáantes de llegar a la Suprema.

Su elección es no solo histórica, sino merecida y justa. Presidente  que fue de la Comisión de Equidad y Género de la Rama Judicial, logra, en afortunada coincidencia, romper una tradición histórica  que atentaba precisamente contra la equidad de género y obtiene también la designación por unanimidad, tal como debe ser la elección de Presidente de una "Alta Corte"', pues al final son sus compañeros de corporación quienes deciden otorgarle su vocería y representación.

Mas alládel honor y del reconocimiento personal, la elección termina siendo una tremenda responsabilidad. Asume semejante tarea con el índice más bajo de reconocimiento de la Corte en toda su historia y con evidentes problemas coyunturales que afectan la imagen pública y mediática de la corporación. La probabilidad de una Constituyente dedicada exclusivamente al tema de justicia es una espada de Damocles que pende sobre las Cortes, pero especialmente sobre la Suprema a la que muchos, por las mas diversas razones, quieren meterle mano.

Las buenas maneras, la serena belleza y el conocimiento teórico y práctico de la Rama Judicial y de la administración de justicia, son valiosos activos para enfrentar los procelosos tiempos que le esperan a la Corte y a la Justicia en general, que en tiempos de campañas parlamentarias o de reelecciones presidenciales, terminan por ser temas de oportunismo  político, no siempre con las mejores intenciones.

Más que buen viento y buena mar, lo que hay que desearle a la nueva Presidenta son buenas anclas para que atraque firme en la defensa de la independencia y autonomía de una Corte que les  choca a tantos.

@Quinternatte