Hugo Quintero Bernate | El Nuevo Siglo
Martes, 1 de Diciembre de 2015

Salud y Seguridad Pública

“El crónico problema de los habitantes de la calle”

 

En la semana que acaba de pasar, en una calle bogotana del muy comercial sector de San Victorino ocurrió un incidente gravísimo que aunque no terminó en tragedia personal, pudo haberse convertido en uno de los mas aterradores crímenes, en este país acostumbrado al terror de los más crueles asesinatos.

 

Un “habitante de la calle”, como ordena la ley y la jurisprudencia constitucional que debe llamárseles, intentó robarse una paca de pañales desechables de un camión de donde los descargaban en un almacén del sector, situación que le fue impedida por uno de los trabajadores.

 

La “persona en situación permanente de vulnerabilidad” huyó, pero solo para regresar más tarde al sitio de los hechos, armado con un recipiente de gasolina y un encendedor. Con el primero roció al trabajador que osó impedirle el robo y con el segundo le prendió fuego.

 

Semejante historia de terror se suma a otras ocurridas antes con “habitantes de la calle”. Una, en Bogotá donde un hombre se dedicó exclusivamente a golpear mujeres en las calles o uno anterior en San Gil dedicado a lo mismo.

 

Según la Corte Constitucional “en nuestro país cada persona es libre” de desarrollar su personalidad acorde con su plan de vida. Es a cada individuo a quien corresponde señalar los caminos por los cuales pretende llevar su existencia, sin afectar los derechos de los demás. “Es únicamente a través de esta manera donde efectivamente se es digno consigo mismo”. De este modo, la “mendicidad” ejercida por una persona de manera autónoma y personal, sin incurrir en la intervención de un agente intermediario a través de la trata de personas, no es un delito ni una contravención.

 

De hecho, cualquier tipo de reproche jurídico, sea en forma de sanciones o intervenciones terapéuticas forzadas, resulta inadmisible en tanto cosifica al habitante de la calle en aras de un supuesto modelo ideal del ciudadano virtuoso o a manera de una acción preventiva en contra de un potencial criminal”.

 

Un discurso obviamente ubicable dentro del más estricto individualismo que ha permeado tanto que el incendiario de San Victorino está en libertad porque algún Juez estimó que no ofrecía ningún peligro para la sociedad. Es probable que haya estimado más peligroso al trabajador que se opuso al robo, por su excesivo apego a un bien material.

 

Más allá de teorías, lo cierto es que en Bogotá el problema de los “habitantes de la calle” es verdaderamente crónico. Y aunque la administración Petro intentó abordarlo como problema de salud pública, dentro del cual profirió recientemente el Decreto 471 de 2015, es hora de que alguien también lo vea como un problema de seguridad pública. Es perfectamente posible armonizar lo uno con lo otro.

 

@Quinternatte