Iluminar con amor (II) | El Nuevo Siglo
Martes, 6 de Junio de 2017

No es que queramos desconectarnos en forma consciente de la fuerza del amor, aunque muchas veces hayamos llegado a reclamarle al cielo por nuestra suerte.  De hecho, la desconexión no es absoluta, pues seguimos con vida aunque hayamos desarrollado enfermedades, bloqueos, accidentes.  No nos “dieron” por alguna “casualidad” que se presentó: los produjimos.  Tal vez esto resulte sorprendente e incluso nos parezca absurdo, pues, ¿cómo voy a querer yo enfermarme, hacerme daño o auto-sabotearme?  Sin embargo, tenemos la capacidad para hacernos todo eso, incluso más, pues nuestra mente es poderosa.  En ella hemos escrito los guiones de nuestra existencia, afortunadamente no en mármol sino en las conexiones energéticas entre cada neurona.  Como en la base de cada experiencia creada están los sentipensamientos, al cambiarlos transformamos nuestra realidad.  Si lo asumimos, nos irá mejor.

Es allí cuando podemos iluminar cada sentipensamiento con amor.  Podemos elegir lo que pensamos y sentimos, pues es un derecho inalienable.  Eso fue lo que Nelson Mandela hizo durante sus años de cautiverio: porque su interior no estaba preso, transformó su mente.  Podemos transformar nuestras mentes aquí y ahora, si así lo decidimos.  Claro, se requieren valor y disciplina para lograrlo, así como compasión con nosotros mismos cuando flaqueemos en ese valor y esa disciplina.  Si nos castigamos con culpa seguiremos en el mismo círculo vicioso.  Un paso fundamental para la transformación es agradecer el lugar en el que estamos, aunque parezca insólito: gracias por la enfermedad que padezco; gracias por el accidente que sufrí; gracias por la quiebra económica que tuve; gracias por el dolor que estoy teniendo.  La gratitud, por todo, abre la conexión con el amor y nos permite reconocer el sentido de lo que estamos viviendo.

El agradecimiento cambia nuestro estado de consciencia, pues ocurre que energéticamente las ondas que emitimos se suavizan.  En momentos de rabia, frustración, resentimiento o miedo -en una palabra, de sufrimiento- nuestra actividad cerebral es frenética.  Al dar gracias, lo cual ya es reconectarnos con la fuerza del amor, la frecuencia en la cual vibramos se hace cada vez más armónica.  Es allí donde podemos iluminar cada sentipensamiento con amor y podemos desarrollar otras actividades que nos permiten encontrar soluciones: meditar, escribir, danzar, para soltar lo que no sirve. Podemos enviar conscientemente la luz del amor a cada célula enferma, a cada trauma físico o emocional vivido.  Es posible que estemos a tiempo para reconstruir nuestra sanación; si no, podremos desde el amor aceptar lo que hemos construido, que no es resignarnos sino fluir con ello.  Asumir lo que hay, agradecer por ello, tener consciencia del amor y actuar enfocadamente son las claves. Podremos necesitar apoyo terapéutico para hacerlo, pero siempre las respuestas están en nuestro propio interior; si nos sintonizamos, en amor, aparecen.