Después de su desaparición en París por un día completo, aún no explicada, Gustavo Petro regresó a Colombia, enfurecido y desconcertado por la “Marcha de la Mayoría”, en todas las ciudades colombianas, ocurridas mientras él presentaba un rabioso y fantasioso discurso en la Universidad de la Sorbona, hecho al mejor estilo de las novelas de ciencia ficción.
Discurso mucho más arbitrario y xenofóbico que el anteriormente pronunciado en Stanford, cargado de su acostumbrado despliegue de mentiras, rencores y odios con el que pretende crear enfrentamientos entre colombianos negros y blancos, pobres y ricos y, lo que él llama, “la clase media arribista”. Inclusive despotricó contra “los esclavistas herederos dueños de los medios en Colombia”, según él culpables del despeñamiento de su gobierno.
La improvisada respuesta de Gustavo Petro a la “Marcha de la Mayoría” el 20 de junio, fue montar un gran espectáculo folclórico - mediático en La Guajira, ese departamento plagado de problemas, incluso un enfrentamiento de décadas entre poderosas y criminales mafias y bacrim, que han permeado todos los estamentos de la sociedad guajira, incluyendo su gobierno, estableciendo una corrupción rampante entre sus dirigentes, aún, dicen muchos, las élites de sus etnias indígenas.
¿Fue esta una respuesta política y mediática con la que Petro pretendió mostrarse como el presidente de los más pobres y necesitados? ¿Fue esta una rápida estrategia para tratar de detener su desprestigio y asegurar votos en la Costa Caribe? Claro que lo fue.
En seis días hizo toda clase de ofertas de desarrollo, créditos y atención a esta zona abandonada en múltiples frentes. Donde niños mueren a diario por falta de agua limpia y comida, porque las ayudas que les deberían llegar desaparecen por la más rampante corrupción entre quienes las manejan y porque, los niños indígenas son considerados como inferiores a sus mayores en sus propias etnias, entre otras muchas aberraciones.
Aquí estuvo gran parte del gobierno de Petro firmando acuerdos, entregando títulos de propiedad y ofreciendo de todo, a diestra y siniestra, comenzando por las promesas hechas por la “sin igual” ministra de Energía quién se comprometió, con su acostumbrada desfachatez e improvisación, a crear en La Guajira el más importante desarrollo de energía eólica de Colombia, capaz de abastecer al país de energía; a tal nivel que Petro salió, al otro día, a decir que los embalses como Hidroituango, y otros, serán innecesarios pues la energía de Colombia vendrá toda de La Guajira.
¡Este sí que fue un espectáculo mediático de primera clase! Hubo de todo; discursos grandilocuentes, bailes, sahumerios, vestimentas fantásticas, sobre todo de los indígenas asistentes con maravillosos tocados de plumas de guacamayas, con sus rostros pintados con diseños tradicionales y mantas y decoraciones de múltiples colores. Fueron tantas las fiestas que a Petro le dio un fuerte mal de estómago, bien conocido cuando se toma mucho “viche”, ese licor tradicional de la Guajira que es como fuego. O, quizá, fue simplemente la pésima agua local, más escasa que el “viche” por estos lares.
Ojalá todo lo prometido y firmado se cumpla porque este es un pueblo al que mucho se le ha prometido y poco le ha llegado. Porque La Guajira se merece salir de la miseria, la corrupción y el subdesarrollo y merece no ser utilizada como un espectáculo mediático para obtener votos.