No puede ser serio un país donde se llama influenciadores a personas rarísimas que, sin la gracia ni el glamur de las Kardashian, han cooptado el espectro de las redes sociales y en el que los medios de comunicación, con contadas excepciones, han cogido el camino fácil del Daily Mail para garantizar dizque “tráfico”, sin aportar luces a la comprensión de esta Colombia de locos.
No puede ser serio, porque está enfermo. De infodemia y de laxitud moral. Lo que le sobra en información le falta en ética. Dos dolencias diferentes, que no son ni causa ni consecuencia la una de la otra, pero que juntas son peor que la lepra.
A la Organización Mundial de la Salud le debemos el desarrollo del concepto de infodemia. En plena pandemia de covid-19 la definió como “una cantidad excesiva de información -en algunos casos correcta, en otros no- que dificulta que las personas encuentren fuentes confiables y orientación fidedigna cuando las necesitan”.
En esta situación aparecen en escena la desinformación y los rumores, junto con la manipulación de la información con intenciones dudosas. Como vemos a diario aquí y en el mundo entero porque cada cual tira para su lado. Por ejemplo, ya sabemos que gracias a la infodemia en Estados Unidos llegó Trump al poder. De otra manera habría sido imposible. La estulticia no da para tanto. La infodemia lo llevó al poder y el poder suscitó la laxitud moral; hoy está acusado de extorsión por intentar revertir el resultado de las elecciones de 2020, en las que fue derrotado por Joe Biden.
Guerra sucia preelectoral ha habido desde hace rato. Pero no había redes. Y hoy día el celular es un “parlamento móvil” como dice el filósofo coreano Byung-Chul Han en Infocracia (Taurus, 2021), con el que se opina en todas partes y a todas horas. Estamos en campaña para las elecciones regionales y debates se han visto pocos. Prima la comunicación basada en algoritmos que ni es libre ni es democrática. Tampoco hay ciudadanos informados sino zombis, followers; ni adhesión alguna a tesis, porque en tiempos de infodemia los candidatos son mercancía, incapaces de acción política alguna. Son comodities (un bajo nivel de procesamiento y utilidad) y por ello no se han pronunciad sobre los asuntos éticos del momento, porque perderían likes.
Mutis por el foro, por ejemplo, con lo de Odebrecht que tiene untados a insignes banqueros y a un premio Nobel; pero lenguaraces con las reformas sociales así no sepan la diferencia entre un asegurador y un prestador y nunca hayan sido empleados de segunda categoría.
“Colombia es un país sin ética donde no sólo los delincuentes hacen y dicen lo que quieren, la justicia se mantendrá alejada de ellos, amedrentarán a la opinión pública y la sociedad impasible se acomodará al nuevo sistema como lo ha hecho hasta ahora”, tal cual lo afirmó Carlos Lleras de la Fuente en 1992 en El Tiempo, con plena vigencia en este 2023.
Wittgenstein dijo en su Tractatus que hay cosas de las que no cabe hablar; entre ellas, la ética. Pero sí cabe mostrarlas. El problema es que la infodemia impide ejercitar el criterio y sin este no se puede escoger entre el bien y el mal. La ética no produce seguidores.