Insuficiencia + Incompetencia | El Nuevo Siglo
Viernes, 1 de Diciembre de 2023

La educación debe garantizarse como derecho fundamental, y sus reformas deben ser sistémicas, pues es necesario adecuar los objetivos y las metodologías de enseñanza-evaluación, además de las competencias docentes. Soñar es grato y gratis. También se requiere un esfuerzo sustantivo para dotarla con suficientes recursos, aunque eso implique flexibilizar la regla fiscal.

La dignidad debe ser un derecho fundamental, y el trabajo debe ser una obligación ciudadana. La educación también. Todo eso lo establece nuestra sibilina Constitución, pero las profanas interpretaciones de la Corte Constitucional, los galimatías que usa el Congreso para dictar leyes, y la austeridad o el embargo fiscal, nivelaron por lo bajo los compromisos adquiridos mediante la Carta Magna.

También degradaron las expectativas de los ciudadanos, que permanecen sometidos ante el régimen de las creencias limitantes o la falta de ambición, y las teorías ignorantes o la miopía estratégica. Ejemplo de involución institucional, el decálogo para la reforma divulgado por la rectora de la Universidad Nacional de Colombia no procura el acceso universal, gratuito y abierto durante toda la vida.

Desesperanza aprendida, no sorprende que en cada escalafón global sigamos figurando en la tabla del descenso, y nunca lograremos clasificar a las grandes ligas. Verbigracia, quedando excluidos en Negocios Sostenibles, ocupamos la posición 57/64 en Talento (imd.org, 2023). Curiosamente, esos reportes los lideran países progresistas o flexiseguros” -Canadá, Nórdicos o Nueva Zelanda-, con influencias autoritarias -Singapur, Hong Kong o Taiwán- y legítimas tendencias corruptas o paradisiacas -Suiza, Luxemburgo o Irlanda-.

Es decir, el modelo político y económico no deberían servir de excusa. Probablemente nuestra mala memoria habría privilegiado la mención de potencias obsoletas, que también dependen de su capacidad para explotar datos, usando modernas técnicas de minería y refinación, que pueden destruir valor o contaminar.

Secuestrados por la ciencia ajena y el colonialismo intelectual, nuestros pronósticos seguirán detectando vórtices, porque la inteligencia artificial facilitará la evasión del aprendizaje, y los fanáticos del mercado continuarán acatando que ciertas marcas determinen las rutas de capacitación, como paradójicamente sucedía en las economías de planificación centralizada.

Entretanto, quienes intenten descifrar sus valores, propósitos e intereses, para justificar, conciliar u optimizar los sacrificios que exige apostar por una carrera, -su repotenciación (upskilling) o transición (reskilling), asumirán exclusivamente los riesgos y las pérdidas. Esa fianza, sin garantía, la impone el rebelde libertarismo.

Qué estudiar, es una pregunta a la cual es cada vez más difícil responder con relativo acierto, en un entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo, aunque cada tanto publican resultados usando alguna bola de cristal, como el Skills Compass Report (Coursera.org, 2023), que se enfoca en la interseccionalidad entre: a. el tiempo requerido para desarrollar una competencia, basándose en su complejidad, y los antecedentes educativos o las experiencias previas; b. la compensación que ofrece el mercado para atraer talentos en la respectiva materia, contrastada con lo invertido para aprenderla, y, c. la prospectiva o transitoriedad de la habilidad.

 

Aunque muchos diccionarios de competencias integran criterios similares, esa valoración siempre es subjetiva y depende de la retroalimentación de quienes acarrean distorsiones motivacionales, además de lamentos en sus trayectorias.

Como sea, las más demandadas y demandantes resultaron ser programación y big data. Nada nuevo, y todo eso se puede automatizar. Empero, no hubo mención relevante a las destrezas genuinas, transversales y trascendentales: ética, liderazgo, concertación, pensamiento crítico, sistémico o de diseño, y aprender a aprender o gestionar conocimiento.

Al final, las deserciones y las renuncias siguen estando impulsadas por la falta de propósito, comprensión e impacto; la desnaturalización o la mercantilización del “cartón”, y la disonancia entre lo anunciado, modelado y materializado, en la universidad y el trabajo.