Jaime Pinzón López | El Nuevo Siglo
Miércoles, 15 de Abril de 2015

Solo con su muerte

 

Ha pasado inadvertida la desaparición del gran pintor colombiano, Carlos Granada, que coincide con el título de una de sus mejores obras, el óleo Solo con su muerte. Nacido en Honda, Tolima, en 1933, estudia pintura en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional. En 1959 viaja a España, Italia y Francia, donde se especializa en pintura mural, grabado y vitrales. Es declarado fuera de concurso en certamen de primer orden.  Profesor Universitario y Decano de la Facultad de Artes de la Tadeo Lozano, centro de estudios innovador, participó en numerosas exposiciones dentro y fuera del país. Su obra está a la altura de nuestros mejores maestros, excita, inquieta, satisface. En el libro Panorama artístico colombiano, el crítico Alejandro Morelia, explica que ello ocurre “no  por el tema analizado (la sexualidad, la locura,  la opresión, el poder autoritario), sino por el modo de tratarlo”.

Granada tensiona, retoma continuamente el problema de la vida y de la muerte, se opone a las desigualdades sociales, crítica con razón al régimen dominante, a la mala política, a la ausencia de cultura, a la falta de solidaridad e incluye un mensaje social de importancia que desagrada a dirigentes angustiados cuando  anuncia nuevos cuadros o murales. Estos los consideraban parte de una estrategia revolucionaria. Pero él no era dirigente de partido, ni militante de grupo armado, ni estaba vinculado con la guerrilla. Se comportaba pacíficamente en su condición de ser sensible, culto, capaz de transmitir enseñanzas a sus amigos y discípulos.  

Fue un escándalo, en la mitad de la década de los sesenta del siglo pasado, la orden impartida por los directivos de la Biblioteca Luis  Ángel Arango de omitir siete obras de una de sus exposiciones porque “perturban la moral pública”, lo cual se convirtió en trifulca. El artista  desmontó los lienzos y con el apoyo de centenares de personas inició un desfile de protesta por la carrera séptima en Bogotá. La policía no sabía cómo intervenir, vinieron carros antimotines y cuando uno se estrelló contra el más grande de los cuadros la multitud enardecida sacó por la ventana al conductor, lo desvistió y destruyó su uniforme. Hubo  enfrentamiento. Granada, años después, con gracia, sostenía que el arte no puede doblegarse y que él actuó en condición de agredido. El pintor, a quien  le gustaba el color rojo, no el amarillo, el autor de Marionetas, La Violencia, La Matanza de los Inocentes, Flores para un Niño Blanco, Demagogia, Disputa, La Trágica Muerte de Concepción y muchas otras obras de corte excepcional, deja huella. Hasta hace unos años estuvo activo.  Siempre transitó entre la vida y la muerte. Ahora esta lo sitúa solo con su guadaña, pero el trabajo queda.