JAIME PINZÓN LÓPEZ | El Nuevo Siglo
Miércoles, 27 de Noviembre de 2013

¿Qué le espera a Colombia?

 

En 1936, el doctor Eduardo Santos expresaba: “Que el país tenga fe en sí mismo es la más honda de mis aspiraciones”, pero esa ilusión cada vez se aleja más. Todos los días anuncian reformas, que quedan pendientes, y cuando ni siquiera han sido  tramitadas se archivan o son confusas, incompletas, contradictorias.

La Reforma Agraria depende de los acuerdos de paz en La Habana mientras abusivos enredan el uso de la tierra, al amparo de leyes vigentes, con incentivos para usufructo de empresas y ciudadanos que continúan apropiándose de ella como lo han  venido haciendo, por fuera de la ley, bandas armadas en los últimos lustros.

La Reforma de la Justicia es propuesta dispersa, conforme ocurren acontecimientos  que asombran, se concentra ahora en la eliminación del Consejo de la Judicatura, sumergido en escándalos, la Reforma del sector Salud parece poco viable y la del régimen pensional aún se discute.

Hace varios años comenzó el debate sobre la Reforma de la Educación Superior, incluyendo la opción de convertirla en actividad con ánimo de lucro, lo cual produjo la reacción de rectores, académicos, padres de familia, profesores y estudiantes, quienes consiguieron mediante movilización general que el Gobierno revisara su propuesta. En este momento no hay ningún proyecto a consideración del Congreso y el tema está aplazado para buscar consensos.

En cuanto a la Reforma Tributaria -y son numerosas las recientes- se cambia de idea con frecuencia para zozobra de empresarios y  trabajadores. Más de la mitad del presupuesto nacional es para la guerra, según requerimiento de nuestras Fuerzas Armadas y desconozco, si llega, cómo se financiará la paz.

Las obras públicas avanzan a paso lento a pesar de la suscripción de Tratados de Libre Comercio y  las carreteras pertenecen a modelos 1938. Los carruseles de contratación, la demora en la ejecución de programas, la corrupción, las equivocaciones en las ciudades y la influencia malsana de los defraudadores del fisco, son inocultables. En cuanto a vivienda los esfuerzos crecieron para ayudar a los miembros de los estratos menores de la población y, sin embargo, para que tengan techo propio millones de personas falta mucho.

En política internacional somos lentos, parroquiales, priva el secreto y en el caso de la Sentencia de la Corte Internacional de Justicia, que entraba las relaciones con Nicaragua, la acertada determinación de considerarla inaplicable, sigue sin sustentación a pesar de contar con argumentos irrebatibles.

Podría extenderme. Las anteriores consideraciones indican que no nos dirigimos a la sociedad más justa e igualitaria. La crítica es a la clase dirigente interesada en asegurar votos. Con reelección presidencial, o sin ella, se impone una nueva actitud, seriedad, solidez en los planteamientos. Anhelamos un futuro promisorio, pero necesitamos política grande, rectificaciones y unidad nacional.