JAVIER A. BARRERA | El Nuevo Siglo
Sábado, 25 de Febrero de 2012

Poesía de “Timochenko”

Los recientes atentados de las Farc pueden verse desde dos perspectivas:
1. Un afán irracional por recuperar algo de “poder” en su intención de negociar con el Estado. La capacidad delictiva de dicho grupo armado se ha reducido sustancialmente, así que se puede suponer que está tratando de armar aspaviento para convencer a la sociedad civil de que su capacidad terrorista sigue intacta.
2. Deja ver las verdaderas intenciones de diálogo de sus cabecillas. Por un lado se esfuerzan escribiendo textos con mala ortografía y con pretensiones poéticas, pero por otro se esfuerzan en responsabilizar al Estado de la situación de los secuestrados y por debajo de la mesa siguen actuando con la misma apatía social que siempre los ha caracterizado.
Me pregunto ¿qué pensarán hoy todos los que se sintieron agradados con la prosopopeya de los últimos comunicados? La poesía de “Timochenko” es clara, y se escribe con la sangre de las víctimas inocentes que, a fin de cuentas, pertenecen al mismo pueblo que ellos usan como excusa para justificar sus actividades narcotraficantes.
Se repite la lección para aquellos que defienden el diálogo como solución y que se niegan a aceptar que las Farc tienen un único ideal: imponer su visión de mundo a la sociedad colombiana.  
Los procesos de diálogo han sido, históricamente, la artimaña por medio de la cual las Farc consolidan sus estrategias bélicas y delictivas amparadas en un engaño a la sociedad.
Ppor un lado se autoproclaman voceros de una sociedad cuya mayoría desaprueba sus actos, y por el otro extorsionan, asesinan y desplazan campesinos para robarles sus tierras.
Que las Farc estén ahora defendiendo los intereses de “Los Rastrojos” no es un giro inesperado en nuestra historia. Es la consecuencia lógica, el camino evidente al que, tarde o temprano, migraría un grupo de histéricos armados con ganas de vivir en un mundo en el que ellos imponen su única voluntad.
Es imposible justificar los atentados, o la muerte de un niño campesino porque la lucha de ideales sembró minas antipersonas en el jardín de su casa. No existe poesía ni literatura en la que se pueda amparar la atrocidad social que a diario cometen los criminales de las Farc por defender su poder delictivo y traficante.
La pregunta que me asalta es ¿cuál es el sustento de los políticos que defienden la posición del grupo armado, cuál el de los periodistas? En honor a la verdad, no debería existir, en el mundo, la posibilidad de interpretar políticamente lo que es, pragmáticamente, una muestra de desprecio e irrespeto por la humanidad.