Nada cambia
Mucho se ha especulado a partir de la reciente comunicación de las Farc; se habla de un cambio de tono, de una voluntad de dialogo por parte del grupo armado e incluso del inicio de una nueva etapa que podría poner fin al conflicto en el 2012.
La verdad, a mi juicio, con la carta de las Farc nada cambia. No se trata de una postura apocalíptica, ni tampoco desesperanzadora. El asunto es sencillo: retomar la agenda del camino abandonado implica entrar a discutir los temas más sensibles del conflicto armado colombiano.
Temas que no sólo han sido ignorados deliberadamente por las Farc, sino que también fueron la piedra en el zapato de los diálogos del Caguán. Es decir, mientras que las Farc no entreguen a los secuestrados y suspendan sus acciones bélicas, no habrá camino que recorrer.
Entablar unas negociaciones, sin que se libere a las personas secuestradas, es como pretender arreglar un matrimonio manteniendo una relación extramatrimonial.
Habrá quienes digan que es necesario que el Estado libere a los presos que tiene de las filas de las Farc. Pero hay algo de errado en esto: los presos son personas que decidieron luchar por unos ideales personales a punta de atentados y violencia. Estar preso es resultado de una decisión personal y no un mero capricho estatal.
Finalmente, y para dejar las cosas más claras: no puede haber dialogo si las Farc no renuncian a recurrir al narcotráfico como método de financiación. Mientras que el grupo insurgente continúe usando el mercado de estupefacientes, su discurso no será otra cosa que una falacia: uno no puede luchar por un país estando apoyado sobre los hombros del cáncer que más daño le hace “el narcotráfico”.
El cambio de tono es una innegable luz en esa biblioteca de discursos ciegos y anacrónicos característicos de las Farc. La posibilidad abierta es una verdad innegable, sin embargo, retomando un dicho popular “obras son amores”.
Más allá del discurso, es necesario que las Farc implementen actos concretos, hechos que hagan su voluntad tangible y que no perpetúen la lógica de promesas de escritorio que ha convertido el dialogo en una eterna espiral de reclamos y acusaciones.
El dialogo de paz en Colombia es parecido a una reconciliación amorosa, donde las palabras no son las únicas capaces de llevar a buen fin la relación entre sociedad civil y alzados en armas. Hace falta voluntad de todas las partes.
Para concluir: no pretendo apagar el poco brillo de esperanza que se crea con el último comunicado, tan solo hago un llamado, recordando que es mejor actuar después de haber recopilado los datos y no cegados por la intuición y la emoción.
@barrera.javier