Entre tribalismo y endogamia
EN los últimos meses he leído con mucha atención las columnas en El Espectador de Jaime Arocha y César Rodríguez sobre problemas del negro en Colombia. Ambos son defensores del tribalismo y la política de “la discriminación positiva”, en beneficio de la población negra. Los dos se trenzaron en un debate con el escritor Héctor Abad Faciolince, cuando este criticó las expediciones de “certificaciones de afrodescendencia” y otros temas conexos que consideró que encarnan nuevas formas de discriminación. Abad opinó que las acciones afirmativas son impulsadas “por activistas políticos bien intencionados” y por “gente comprometida con la promoción de los derechos civiles de la población discriminada”. En opinión de Abad esta política desata nuevas formas de discriminación y exclusión racial.
Los tres cayeron en posturas controversiales. Arocha y Rodríguez en la defensa de la “discriminación positiva” de los negros se han convertido en exponentes de una nueva endogamia racial y nuevos tipos de discriminaciones en Colombia. Pese a que comparto buena parte del análisis de Abad, él también cayó en afirmaciones peligrosas al plantear como solución a los problemas del racismo y la exclusión, el blanqueamiento racial con el fomento de uniones interétnicas.
Un punto de vista polémico, puesto que no es con la “desaparición” de la piel negra de miles de colombianos que se acaban los problemas de discriminación del negro en Colombia. El argumento de Abad es idéntico al que utilizaron las elites criollas en la configuración de las naciones latinoamericanas en el siglo XIX.
Tampoco es con certificaciones de más negro o menos negro, similares a las que concedía en el período colonial la corona española, basadas en las denigrantes leyes borbónicas como las de Gracias al sacar, mediante las cuales se compraba blancura como vamos a lograr que los negros tengan más acceso a determinadas políticas estatales en Colombia. Ni es fomentando el tribalismo y la endogamia como lo hacen Arocha y Rodríguez como debemos defender los derechos a la igualdad de los negros en un país como Colombia.
No pretendo negar que desde la fundación del Estado colombiano, los negros y los indígenas hayamos sufrido una sistemática discriminación, ni ocultar la injusticia social que ha imperado contra millones de negros e indígenas en Colombia. Pero no es impulsando más discriminaciones y exclusiones entre los colombianos como se van a superar la desigualdad y la pobreza que afectan a millones de compatriotas. La desigualdad y la pobreza, tanto en Colombia como en el resto del mundo no tienen color de piel, son problemas que afectan a “blancos”, mestizos, negros e indígenas.
En el afán de mostrar el unanimismo étnico del negro colombiano, sustentado en el color de la piel no se han detenido a examinar la problemática negra desde la multiculturalidad, en virtud de que vivimos en un país de múltiples culturas y sobre esa base es que debemos tratar de construir una política de inclusión.
El debate de fondo que debemos propiciar en el país, en relación con el racismo y exclusión de la población negras es sobre ¿cuál es el modelo de Estado que se debe construir? Si un Estado multicultural más justo, tolerante e incluyente o un Estado multiétnico, más desigual y excluyente, en donde cada etnia configure con toda su simbología su propio guetto.
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