TLC, en el partidor y sin pista
La reciente visita del grupo de legisladores estadounidenses para evaluar la puesta en vigencia del TLC, coincidió con la misión técnica presidida por Miriam Shapiro, funcionaria de USDA - Aphis, para poder exportar carne y leche a EE.UU. Son dos caras de la misma moneda. Caras que infortunadamente implican para unos, especialmente los sectores industriales, oportunidades y para el sector ganadero riesgos, desajustes y pérdidas.
Los ganaderos no estamos en desacuerdo con los TLC. Por el contrario, a partir de la parafiscalidad ganadera, hace ya 17 años, y con mayor énfasis en el último lustro, la ganadería ha orientado sus esfuerzos hacia una proyección exportadora, a partir de la modernización productiva y mejor integración en las cadenas para el logro de la competitividad. Pero como la competitividad no depende exclusivamente del productor, sino de factores exógenos -ni qué decir de las condiciones de las vías terciarias-, planteamos nuestros temores frente a las asimetrías estructurales de ambas economías, la competitividad artificial derivada de los subsidios y ayudas internas para los productores estadounidenses y las barreras paraancelarias, en especial las sanitarias.
Y es esta última la verdadera razón de nuestros reclamos, porque, al margen de si este u otro TLC fue bien o mal negociado, las dinámicas de los mercados generan grandes posibilidades que el día de mañana pueden aprovecharse. Pero si no nos dan admisibilidad sanitaria, todo queda reducido al papel, mientras la ruina toca las puertas de 400 mil pequeños productores.
¿Cuál es nuestra realidad? Los estudios más optimistas, realizados por el ICA, dan cuenta de 4 años para cumplir las exigencias de Estados Unidos. Aunque la estimaciones conjuntas del ICA e Invima prevén que no estaremos listos antes de 2018, porque a los temas sanitarios asociados con las enfermedades de control oficial, como la aftosa, se suman los requerimiento en materia de inocuidad. Por lo cual se debe adoptar y poner en plena vigencia el Sistema de Inspección, Vigilancia y Control de alimentos y la Trazabilidad en el encadenamiento productivo para la carne y la leche.
Entre tanto, EE.UU. podrá poner en Colombia, desde el primer día, una cantidad ilimitada de sus “Hight Quality Beef” -que son el 50% de su mercado doméstico, es decir, más de 7 millones de toneladas-, en cambio nosotros tenemos la dudosa y frágil opción de un contingente de 63 mil toneladas compartido con otros países, pero sólo si somos elegibles. Y esa elegibilidad depende de la admisibilidad sanitaria que no tenemos, pese a que hemos invertido más de US$ 500 millones para erradicar la aftosa y más de 600 mil animales trazados.
Serán 8 años en los que el sector quedará expuesto a una competencia injustificada, plagada de asimetrías originadas en la negociación del TLC, la propia naturaleza de los mercados y la ausencia de voluntad política del gobierno americano para reconocerlas y compensarlas. Sería deseable que la reciente visita de los representantes del Congreso americano sirviera para sacar el proceso de admisibilidad sanitaria de la actual “operación tortuga”.
Necesitamos un trámite más expedito, para avanzar a mayor velocidad y con un trato más equitativo. Sin esa garantía, poco o nada podemos hacer. La comisión sólo tiene que echar un vistazo a las enormes sensibilidades que generará para la ganadería colombiana este TLC. La derrota moral y política del acuerdo sería inatajable, si los beneficios sólo se perciben en una sola vía, la del más fuerte. Y no solamente no es justo sino que abre espacios innecesarios al reclamo y le da argumentos a los que ideológicamente se muestran contrarios a los acuerdos comerciales.