¿Le llegó el momento al campo?
Las transformaciones en la producción ganadera mundial, extraordinarias. Con el acelerado crecimiento de la demanda afloraron innovaciones que le han dado la vuelta a los factores productivos y reproductivos y al mapa de la oferta global de sus derivados. Colombia no puede quedarse atrás. Desde hace 6 años Fedegan ha promovido sistemas silvopastoriles, con resultados reconocidos por el Banco Mundial y las más importantes organizaciones ambientalistas como TNC, Catie, el Fondo para la Acción Ambiental y Cipav. En razón a nuestro compromiso con una ganadería sostenible, el pleno del BM dará vocería a Fedegan-Minagricultura este 23 de febrero, durante el World Bank´s 2012 Sustainable Development Forum, para compartir las experiencias y resultados de este proceso.
Los esfuerzos han sido concluyentes y descomunales y gracias a las evidencias en campo, el Banco Mundial es un convencido de las potencialidades de silvopastoreo, como alternativa exitosa para la reconversión productiva de la ganadería.
De una carga de 0,67 bovinos/ha en sistemas tradicionales, se pasa a 4 ó 5, con mejoras en ingresos y alto impacto social para la pequeña y mediana ganadería. Se suman sus beneficios en biodiversidad, reducción de temperaturas en más de 2 grados en el año y su condición como sumidero de carbono, que atenúa las emisiones de efecto invernadero en más del 40%.
Es parte de la apuesta para reducir el área en ganadería, aumentar el hato y reconvertir 10 millones a usos forestales, agroalimentarios o de biocombustibles. Visión que, sin duda, responde a las oportunidades en el agro-negocio mundial, que trasladó a los países en desarrollo 3 responsabilidades: aumentar el suministro de alimentos, atemperar el calentamiento climático y generar energías renovables. En escenario de creciente déficit en la oferta agroalimentaria global y de una demanda que se duplicará en menos de 40 años.
Tarea que suma retos titánicos a la institucionalidad, más de los que ya eran previsibles. La pregunta es, entonces, ¿qué tanto estamos preparados para responder a los retos que le imponen los mercados globalizados, en una coyuntura sensible, pero atractiva para el campo en las próximas décadas? Se impone pasar de las viejas fórmulas a repensar el campo, para que sea una verdadera alternativa de desarrollo económico y de mayor bienestar social.
La pobreza en nuestra ruralidad es una de las más altas de América Latina con 50,3% -17 puntos por encima de las cabeceras-. El ingreso per cápita real de los hogares en el campo es 67% menos que en las ciudades. El 42% de la población no tiene agua potable y la cobertura de alcantarillado no alcanza al 6%. Un escaso 3% del crédito comercial llega al sector primario. La formación bruta de capital fijo en el sector no pasa del 2% y la participación sectorial en el PIB nacional es de 6,3%.
Seguimos ante el fracaso del modelo predominante en los últimos 40 años. Bien lo han dicho los analistas del FMI: cuando se está “navegando entre vientos cambiantes… la mejor manera de predecir el futuro es creándolo con las políticas adecuadas”. Tengo la certeza de que el momento de las políticas para el campo llegó. Necesitamos salir de los lugares comunes de las reformas agrarias y hablar de desarrollo rural incluyente y competitivo, de más inversión, más institucionalidad y alianzas productivas con el campesino. ¿Será mucho pedir?