Debates incompletos
Dos noticias llenan hoy los medios de comunicación, en medio del caos de movilidad, los serios problemas de seguridad, y la rampante y agobiante corrupción distrital. Me refiero a la propuesta del Alcalde Mayor de prohibir el porte legal de armas en Bogotá, así como la intención de él y del Concejo Distrital por impedir la realización de corridas de toros en la capital de Colombia.
Si bien esperaríamos similares anuncios en el tema de la movilidad, de la inseguridad y de la corrupción, con medidas más efectivas para su solución, es bienvenido el debate que se plantea con ambas propuestas. No obstante lo anterior, parece que los argumentos aún siguen siendo pobres de lado y lado.
En el tema de porte legal de armas, no hay prueba sólida de que efectivamente su eliminación logre la reducción de la criminalidad, ni lo contrario. De hecho preocupa mucho más el control a 97% de los delitos que suelen cometerse con armas ilegales, respecto de lo cual la acción del Estado sigue siendo muy pobre, con el riesgo de terminar desarmando a los buenos para armar mejor a los malos.
Por el lado del tema taurino, el debate, que es mundial, aún está crudo. En contra del mismo aparecen argumentos “sensibles” o de exclusión social. Los primeros señalan que la tauromaquia es una expresión de muerte y salvaje que se alegra con la agonía y el dolor del toro. Curioso que los mismos que atacan el toreo no dicen nada o apoyan actos igualmente salvajes y violentos como la muerte de inocentes en el delito de aborto, no les parece salvaje el boxeo o el Rugby, insisten en permitir la caza y pesca, y “disfrutan” comiéndose una langosta o cangrejo (previamente hervidos vivos). Quizás su propia hipocresía les impide ver más allá del problema del Toro.
Los argumentos al contrario, también carecen de contundencia. No es suficiente con saber los miles de millones que aporta la plaza al presupuesto social de la ciudad, ni la defensa como arte del toreo, ni el hecho de que los toros de lidia son para la lidia y punto, ni que distintos estratos poblacionales asisten a la plaza.
Al final de cuentas me preocupa más que estemos siguiendo la lógica de “prohibir” por “prohibir” en Bogotá, capando la libertad de elección (de quienes les gustan los toros), basados además en criterios hipócritas, y menos aún que no abordemos con la misma fuerza los problemas de fondo. Peor aún que este sea el tema de conversación en la Bogotá de hoy.
De postre. ¿Qué puede ser más insensato? ¿La contratación de un chamán en el evento final del Mundial Sub-20 para evitar la lluvia, o luego de ejecutarlo con criterios de cualquier tipo, ser capaz de defenderlo? Da entre risa y rabia este tema. Sólo me queda una duda, ¿el contrato pagó un anticipo o no? ¿Qué hubiese pasado si hubiere llovido? ¿Cabe la devolución del anticipo?
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