Los jóvenes han comenzado a buscar oportunidades laborales y de emprendimiento más allá de lo doméstico, han roto paradigmas; viajan por el mundo vía internet, hacen amigos, conocen otras culturas y se disponen a explorar el planeta y sus diferentes expresiones.
Su formación, claro está, debe ir a tono con las exigencias del mundo globalizado, pues en éste se les valorará integralmente y su competitividad dependerá de sus resultados.
Por eso los japoneses preparan a sus muchachos como "Ciudadanos del Mundo", capaces de desenvolverse con éxito en cualquier parte, tal como lo señala un interesante escrito que circula en redes sociales.
Anota el documento, que su plan educativo llamado "Cambio Valiente", hace énfasis "...durante los 12 primeros años de formación, en asignaturas como Aritmética de Negocios y Civismo, entendido éste como el respeto por las leyes, el valor civil, la ética, la convivencia, la tolerancia, el altruismo, y el interés por la ecología y el medio ambiente."
Igualmente, reciben formación en sistemas, redes sociales y negocios on-line; idiomas, culturas y religiones, con visitas de intercambio en cada país durante el verano."
A diferencia de Colombia, donde el deterioro institucional, la crisis moral, la corrupción y el desempleo, representan el peor legado. Y como si fuese poco, a la falta de oportunidades para la juventud, se le suma el propósito de reducirles el salario, haciendo que muchos se hayan marchado del país y otro tanto esté alistándose para hacerlo.
Nuestro caso no es el de los japoneses, mucho nos falta acerca del respeto a las leyes, sobre lo que representa el valor civil y la ética. También para lograr la convivencia y demás valores que debieron haberse inculcado desde la niñez.
Hubo una época en la que "a quienes se iban se les llamaba "cerebros fugados", en ese entonces eran relativamente pocos, pero ahora el número aumenta exponencialmente cada día.
Jóvenes que representan el relevo generacional se van desilusionados, pero aquí pareciera importarnos poco, mientras en otros países como Australia, Canadá, España, por citar algunos, donde la base de la pirámide poblacional es amplia pues son más los adultos, acogen con gusto al joven y así encuentran respuesta a sus expectativas. Su condición juvenil es una ventaja.
No obstante, visto el asunto desde el ángulo político, se nos pasa por alto que al llegar a sus 18 años de edad se convierten en potenciales electores.
Tanto así que los menores de 14 años en 2018, que equivalen al 24,57% de la población nacional de ese entonces, o sea 5'940.903 niños y 5'659.594 niñas, podrán votar en el 2022.
De igual manera, quienes tenían entre 15 y 24 años (17,54% de la población), 4'216.437 hombres y 4'066.079 mujeres, supuestamente ya lo hicieron en la pasada contienda electoral y volverán a hacerlo dentro de dos años.(Fuente: CIA World Factbook).
En ese orden de ideas se trata de un gran desafío. Es esa una masa electoral suficiente para hacer que el país mejore, siempre que se organicen e inteligentemente estén dispuestos a lograrlo.
Ahora es su turno, y quienes se hayan ido, ojalá regresen para sumarse a esta consigna y contribuyan con sus nuevas experiencias.