JUAN ÁLVARO CASTELLANOS | El Nuevo Siglo
Jueves, 28 de Febrero de 2013

El ciudadano Calle

 

Un modesto sastre de Pereira, que en la década de los años 60 llegó al comercio popular de Bogotá, no solo ha diseñado prendas de vestir, sino también puntadas de valor social. 50 años después, eleva su voz para defender un beneficio para la sociedad de todos los estratos de la cosmopolita capital colombiana, donde él construyó vida. Así se interpreta su sorpresiva intervención pública, al margen de su actividad empresarial y el prestigio comercial que ha adquirido.

Arturo Calle, se acaba de convertir en buena parte, en uno de los mayores gestores de la justa protesta ciudadana, frente al inequitativo impuesto de Valorización, que requería ser revisado de manera oportuna y con planeación inteligente, por la actual administración local, así el cobro en cuantía y medición, fuera producto del Gobierno Distrital de 2005. Quedó al descubierto, el rumbo aparatoso y desajustado que lleva la ciudad, orientada por un timonel que no ha podido encajar en los piñones del motor que requiere la capital.

De manera independiente, de si el señor Calle, es próspero empresario o si de verdad, está comprometido con un propósito social, cómo explica que lo realiza con 200 fundaciones en Colombia, desde su conocida empresa, dejó en el ámbito de la ciudad, una experiencia transformada en ejemplo. Miles, quizá millones de personas, provenientes de distintos lugares del país, que han cimentado de manera profesional y económica, su vida en Bogotá, pocas veces, tal vez nunca, han reaccionado en favor de la ciudad que les dio  oportunidades de estudio y trabajo.

La otra cara muestra a la vez, cómo personas prestantes por profesión o actividad empresarial reconocida, tienen  obligación de corresponder a la sociedad, planteando ideas y exponiendo propuestas, de frente ante autoridades gubernamentales, sin gritos, sin violencia y sin agravios.

 El señor Calle, actuó como persona del común. De eso se trataba. Otros dirigentes particulares deberían hacerlo. En contraste, el alcalde de la ciudad respondió con indirectas, a sus reclamos, porque según dijo, se trataba de un adinerado.

En varias ocasiones, en relación con el frustrado Metro o Tranvía, reiteró que su Gobierno, no haría obras para ricos. Deplorable estilo politiquero, en pleno siglo XXI. Tan importantes y respetables, son los residentes en Bosa como los de Rosales. Enfrentar estratos sociales, es bajeza.

El ciudadano Calle, marcó  huella. Enseñó cómo sin bandera gremial o de partido político, una persona con prestigio, y margen de credibilidad, en lugar de quedarse en su despacho, con dinero o sin dinero, puede salir a hacer democracia participativa, al aire libre, para el bien común.