Los grupos de población desempleados dan señales de descontento y constituyen focos peligrosos de agitación, propensos a causar disturbios a la menor provocación. La prueba reina de esta afirmación son los llamados estallidos sociales. No olvidemos esta verdad que el anarquismo internacional conoce de sobra y explota a su tiempo para bien de sus designios; todo ser ocioso y miserable, hambreado, con hambre física actual, humillado y frustrado, está permanentemente en trance de pre - agresividad, de ferocidad.
Que esa persona, -hombre o mujer-, no puede pensar con la lógica social, que es ya un extraño al grupo, un alienado, un criminal potencial. Y no se crea que son indispensables todos los factores mencionados para crear la capacidad criminógena. Con la sola amargura del hambre, lo sostienen neurólogos y criminalistas, es suficiente para delinquir, cuando afirman: “dime cómo comes y como vives y te diré como piensas y cómo actúas”.
Resulto oportuna la reunión de La Academia de Jurisprudencia, organizada por el dinámico presidente Dr. Augusto Trujillo, para presentar el nuevo libro de Juan Camilo Restrepo titulado “La economía política de la pandemia”. Pocos colombianos tan preocupados por los temas esenciales del país como Juan Camilo Restrepo. En Colombia, la inmensa mayoría de los políticos, columnistas y docentes, hablan de las dificultades nacionales, pero con superficialidad, populismo y demagogia. Juan Camilo Restrepo sí estudia la problemática que nos asedia y desespera, dando salidas. Como buen cirujano disecciona docentemente las dolencias, las analiza de una y otra manera y aporta soluciones. Como ministro de Estado en las épocas más difíciles, ha salido victorioso con sus muy inteligentes teorías.
Muchos factores agravan el explosivo tema del desempleo. La invasión de los ordenadores, los CD- Rom, la internet, los robots y las nuevas formas del software en todos los campos de la vida social, desde el hogar hasta la oficina, de la fábrica al taller, del almacén al laboratorio, ha desplazado masivamente fuerza de trabajo intelectual y manual.
Este ha sido el doloroso precio de la época digital. “Las monarquías pensantes” le arrebatan el oficio al trabajador. Y un agravante más. La máquina no se fatiga, no se enferma, no hace huelgas, no cobra prestaciones sociales. El ocio con hambre, baja la autoestima, genera neurosis, daña matrimonios y hasta incita al suicidio.
La revolución industrial bajó el horario de 80 horas a 60. Y está en 40. Se habla del trabajo nocturno, de crecer y crecer económicamente. Estimular la pequeña y mediana empresa. Den empleo al sector oficial y el privado. La carga prestacional, en aumento siempre, desestimula al empresario.
Según la U. Externado, el 75% del empleo lo origina la mediana organización económica. Las empresas sofisticadas acuden a la “inteligencia artificial”. Este asunto es de solución compleja.